En estos tiempos de rigurosos horarios de cierres nocturnos es impensable que un bar permaneciera abierto las 24hs. Sin embargo hubo una época en la que ello era posible. Y hubo una confitería que por muchos años estuvo abierta la noche entera y en la que era frecuente que noctámbulos empedernidos se cruzaran con familias que acudían a desayunar antes de la misa dominical.
La historia comienza mucho antes pero quienes hacemos esta edición recordamos al Barba, al Pinoto, a Varela, a Tellerí, a Pancho, y a otros deambular entre las mesas atendiendo a los clientes. También recordamos que el Legui no se debe mezclar con Tía María y que el camino a casa a veces está plagado de dificultades.
Sin embargo, hace unos días la fisonomía de la Calle Mitre cambió drásticamente. Ya no más café y periódicos, ya no más hamburguesas ni tortas ni helada cerveza chorreando por la mesa mientras, con una risotada, dos amigos se burlan de su suerte. Ya no más algún imitador de Sabina berreando su arte por los rincones. Flamingo cerró y se llevó todo eso al oscuro desván de los trastos viejos, entre Galver y Salcines, justo enfrente del Prado Español.
Hoy, tras las pesadas cortinas que cubren las ventanas de una de las esquinas más emblemáticas de la ciudad se esconde una larga historia que parece llegar a su final. Desde estas emocionadas páginas imploramos que algún solidario inversor tenga a bien recuperar ese pedazo, ese cacho de cultura toldense.
La historia comienza mucho antes pero quienes hacemos esta edición recordamos al Barba, al Pinoto, a Varela, a Tellerí, a Pancho, y a otros deambular entre las mesas atendiendo a los clientes. También recordamos que el Legui no se debe mezclar con Tía María y que el camino a casa a veces está plagado de dificultades.
Sin embargo, hace unos días la fisonomía de la Calle Mitre cambió drásticamente. Ya no más café y periódicos, ya no más hamburguesas ni tortas ni helada cerveza chorreando por la mesa mientras, con una risotada, dos amigos se burlan de su suerte. Ya no más algún imitador de Sabina berreando su arte por los rincones. Flamingo cerró y se llevó todo eso al oscuro desván de los trastos viejos, entre Galver y Salcines, justo enfrente del Prado Español.
Hoy, tras las pesadas cortinas que cubren las ventanas de una de las esquinas más emblemáticas de la ciudad se esconde una larga historia que parece llegar a su final. Desde estas emocionadas páginas imploramos que algún solidario inversor tenga a bien recuperar ese pedazo, ese cacho de cultura toldense.
Ya esta se cumplieron sus deseos...... eso si , el cafecito y la cervecita habra que llevarlas desde la casa porque no creo que los chicos del Grupo Marquez presten tan buen servicio
ResponderEliminarPor ahí habilitan una cafetera...
ResponderEliminares la mejor esquina del pueblo! y se va a extrañlar mucho q la confiteria este cerrada! pero bueno..todo tiene un fin.. :)
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