La Disquería del Negro Gómez

por Haroldo Ruquet

Hoy en día, afortunadamente, la música esta al alcance de las manos. Internet es una herramienta de conocimiento muy válida si se la sabe aprovechar bien. Solo hace falta estar frente a una computadora y esa autopista cibernética te traslada con muy poco esfuerzo hacia cualquier sitio del planeta, para buscar la información necesaria. En este caso… uno puede tener acceso a casi todo el material discográfico existente. Aún aquel recién salido desde la discográfica de algún lugar remoto del mundo. Ya muy lejos quedaron aquellos días, de viajes a dedo a Junín para conseguir discos de reciente aparición. Cómo quién va de pesca, en búsqueda de alguna gran pieza. (Todavía recuerdo aquel encuentro, realmente inesperado, en las bateas de un comercio de Junín, con los primeros álbumes de Color Humano, y de Aquelarre, que adquirí y me traje como trofeos de guerra bajo el brazo. Con el propósito de estrenarlos cómo absoluta primicia en nuestra radiodifusora privada).

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En Los Toldos de los 70’ había una disquería en plena Mitre, el glorioso y siempre recordado negocio del Negro Jorge “ El Beatle” Gómez. Allí concurríamos presurosos todas las tardes los pibes toldenses locos por la música. Y desde que comenzaba a barrer la vereda y el local (Ya que siempre fue “La pulcritud” en persona) nos íbamos turnando de acuerdo a las actividades de cada uno, hasta que se apagaban las luces y el equipo Ken Brown y se cerraban las puertas del negocio. Era imposible pasar por enfrente y no darse una vueltita para ver quienes estaban y que cosa estaba sonando. El Negro, que era tan fanático cómo nosotros, disfrutaba haciéndonos escuchar las novedades que traía. Nuestra comunión era musical, ya que el tema dominante era uno y solo uno: El rock, en todas sus variantes. Aunque por esos tiempos, tenía la curiosa denominación de “Música progresiva”(¿?). Jorge era muy profesional, es decir, no era ningún colgado y ni bien entraba gente, acudía muy solícito para atender su pedido, para orientarlos con su compra o hacerles escuchar la música que estaban buscando. Y luego seguía compartiendo el sonido habitual del lugar: Almendra, Los Gatos, Manal, La Pesada, Pappo! (los primeros pasos del rock nacional). Junto a Génesis, Yes, Focus, Led Zeppelín, Deep Purple, y claro! Beatles y Stones (que para nosotros eran simplemente: Los Róling).Aunque eso sí…siempre el dueño nos sorprendía con alguna perla de su colección privada. Como aquel álbum de George Harrison, que venía dentro de una muy bella caja de cartón. O el “Festival Por Bangla Desh”, donde tocaban nenes de la talla del propio Harrison, Eric Clapton, Billy Preston, Ringo Starr, Bod Dylan y Ravi Shankar con su cítara, muy de moda por esos días (…y padre de la hoy famosa Norah Jones). Jorge ponía unos poderosos parlantes de madera, apuntando hacia la calle y allí íbamos como moscas. ¿O no, Rolo?. Y el Negro con infinita paciencia nos desplegaba su discoteca, diciéndonos “¿Escuchaste el último de…?” Y allí comenzaba a girar placidamente el vinilo, bajo el diamante de la púa “Shure” impecable y afilada. Aquel lugar era, sin que el propio dueño se lo propusiera deliberadamente, un bastión cultural. Ya que la música del mundo estaba allí al alcance de nuestros oídos. Y reitero: por entonces era bastante complicado y costoso reunir los discos necesarios, para tener una disquería bien surtida. Además hay que tener muy en cuenta, que por las radios toda esa música no tenía ninguna difusión, ya que las compañías promocionaban solamente aquel material que se vendía como pan caliente. Por supuesto, también allí estaban: Mercedes Sosa, Fronterizos, Chalchaleros, Falú, El Dúo Salteño, ya que los que bancaban la existencia de dicho lugar, eran sin duda alguna los compradores adultos, a quienes no les interesaba para nada la guitarra distorsionada y feroz de Jimmy Hendrix, o la última locura de Frank Zappa. En las surtidas bateas se podían encontrar además a Los Náufragos, La Joven Guardia, Los Iracundos, Pomada, etc. que tenían una gran repercusión y demanda por aquellos tiempos, y sus discos salían con gran facilidad. Y para el final les contaré una anécdota, para que puedan dimensionar en su justa medida nuestra avidez y ansiedad, por escuchar nuevos sonidos. (En realidad, igual que hoy, sólo que ahora contamos con mas medios para la búsqueda …¡¡y con muchos menos pelos!!). Corría el año 75’ y Sui Géneris (Charly García y Nito Mestre) dieron su último concierto en el Luna Park. Lugar al que concurrimos un puñado de toldenses, todos integrantes casi permanentes del “staff” de la disquería del Negro: Rolo Menucci, Ricardo Muscu Martinez, Coqui Herce, Marcelo Jazmín Iribarren, Augusto Di Bono, José María Pérez, Néstor Badano, Sergio Cola, mi hermano Misky y yo. Y estos recitales se “grabaron en vivo” algo bastante novedoso para la época. Y claro ni bien nos enteramos de la próxima salida de los álbumes, ahí fuimos a hincharlo a Jorge para que los trajese lo más pronto posible a Los Toldos. Y no me olvido más de aquella noche: una pequeña comitiva escoltaba al dueño de la disquería, en la estación de ferrocarril esperando a “El Ranquelino”. Dentro del que venía el comisionista, que seguramente sería Mazzutti, y que probablemente traía el pedido, dentro de unas cajas de cartón corrugado. Y ahí estábamos ansiosos… hasta que a lo lejos, vimos la luz inconfundible del “pata e’ fierro”. Que venía raudo (e ignorante de transportar tan preciada carga) hasta que frenó y vimos al comisionista bajando del vagón con las encomiendas, y para nosotros cuál “ tesoro de la Well’s Fargo”. Y ahí andábamos a los abrazos y a los saltos eufóricos. El tren normalmente llegaba muy pasadas las 23 … y desde allí todos, nos fuimos presurosos al negocio que abrió sus puertas y procedimos a desembalar el paquete, hasta que pudimos ver aquella tapa con Charly de traje rosa, y galera, y las legendarias botitas de lona, negras, marca”Topper” (que a partir de allí se instalaron cómo un símbolo de la indumentaria rockera). Y ahí nos quedamos sentados, en semicírculo alrededor de la bandeja giradiscos, sin que hubiese el más mínimo bostezo. Una gran ovación precedía los primeros acordes del tema Instituciones, que abría el disco. Y allí permanecimos hasta muy entrada la madrugada, escuchando y comentando, hermanados como en misa, tomando mates, paladeando surco a surco, lado a lado, disco a disco, aquel testimonio doble del “Adiós Sui Géneris”, que tan gentilmente y de modo absolutamente desinteresado, estaba estrenando para nosotros (…y para él, obviamente) Jorge El Negro, o El Beatle, Gómez. El protagonista de esta pequeña gran historia toldense. ¡Un tipo fenomenal!.