Si advertimos que en Naón, su pago adoptivo, Marcelo Alonso era conocido de niño como “El Maldito” (no sin razón supongo) no podemos menos que notar que su destino de poeta estaba prefigurado en ese apelativo. Pero, lejos de los desgarros espirituales típicos de los autores que han recibido ese mote, Marcelo vive su propia “malignidad” de una manera jovial. En todo caso, está más cerca del vitalismo de Hemingway que de la languidez de Baudelaire (el maldito por esencia). Aunque en verdad, la lírica de Alonso no parece tener raíces en ningún libro conocido; más bien podemos encontrar afinidades espirituales como las antedichas, a las que podríamos sumar la vasta tradición del haiku, la milonga de fogón y el surrealismo de un Dalí en ácido.
Su nuevo libro Neo-Bidimensionalidad, recientemente publicado por Ediciones de la Selva (una modesta pero gentil editorial toldense) y profusamente ilustrado, es una confirmación de su genio productivo: extraídos de un archivo ciclópeo (como la contextura de su autor) los textos que componen la obra fueron escogidos entre cientos. Lo que permite advertir que este libro es fruto del trabajo y de la voluntad, herramientas centrales del oficio de escribir. Está claro que Marcelo hace literatura, según sus propias palabras, como quien gana la quiniela y no pasa a cobrar el premio. Provisto de un enorme caudal imaginativo, solo una fortaleza como la suya permite que sus versos no se desplomen en la incongruencia; de esta manera los textos son alambrados por una tensión invisible que recorre la obra como un chacarero conduce mediante acequias el agua de la vertiente central a su propia plantación. Recuerdo que en el formidable Cándido del no menos temible Voltaire, se libra una sorda batalla entre el optimismo (todo debe mejorar indefectiblemente) y el pesimismo (al mundo no le queda menos que empeorar). Al final de la obra, luego de una serie de desventuras que parecen inclinar la balanza a favor del pesimismo, Cándido resuelve el dilema con una frase “hay que cultivar el huerto”, toma la azada y comienza a carpir. Marcelo Alonso parece haber tomado la misma decisión: lo importante es escribir, la inspiración es secundaria y, en todo caso, si llega, lo mejor es que nos encuentre trabajando.
El fin del tiempo también está presente en Neo-Bidimensionalidad. Como su nombre lo indica, el libro abunda en predicciones sobre un mundo nuevo que sólo puede nacer de la destrucción del viejo orden (“Entonces comenzaron a caer del cielo / enormes máquinas que destruían / las ciudades y los sembrados…” –La moral de argot– ) y muestras de ecologismo radical (como en el poema Ver para creer) que le dan un tono profético a algunas páginas. Hay diagnósticos precisos de la condición humana (“Estamos domesticados a temperaturas / y todos los seres vivos del mundo / necesitan climatización”), algún personaje aterrador (–Latrom, el invencible–), surrealismo militante (el increíble “Así es la cosa” digno de una pesadilla de Monterroso) amable bucólica (–Repaso–) y naturalismo salvaje (“Y rodeándose con la cuerda al cuello, / quedó colgado con la lengua pa’ un costado. / Como vaca después del mazazo / en la mollera” –El cruel antojo de un destino– ).
Mención aparte merecen los “Relatos de sueños”, breves estallidos de lírica (“En una vieja estufa a kerosén en desuso / una pequeña lauchita crió a sus generaciones / y el gato dormía con infinita pachorra” –Condiciones de vida–) y epifanías condensadas a lo mínimo (“Nada es semejante al ser / que nos da la vida. / Ni la consumación del hecho mismo que la da”. –La madre–) así como la curiosa plegaria La semblanza del todo (“Una más y es la última. / Buscaremos el camino que nos lleva / de regreso al Edén”). Por último ¡A la cancha!, invita a recordar a Martín Fierro (“Como no soy rencoroso / y aplaudo si me ganan / le digo que cuando quiera / hay revancha”) y en el alucinado Consumido el cuerno abismal advierto porqué a Marcelo Alonso le gusta Black Sabbath (“Pasaron los féretros de la crueldad de un lado a otro. Fueron los credos del santurrón convirtiéndose según pasaban los hechos y los volcanes rugían…”)
¿Demonio de maldad o gigante con corazón de oro? se pregunta el autor de la contratapa. A riesgo de contestar una pregunta en realidad retórica, yo creo que Marcelo resume el ying y el yang de la personalidad humana, prueba de eso son sus poemas. Es bueno saber que sus libros están cerca. Porque no solo de soja vive el hombre, aunque a veces parezca lo contrario.
Por César H. París
Seguí leyendo... Su nuevo libro Neo-Bidimensionalidad, recientemente publicado por Ediciones de la Selva (una modesta pero gentil editorial toldense) y profusamente ilustrado, es una confirmación de su genio productivo: extraídos de un archivo ciclópeo (como la contextura de su autor) los textos que componen la obra fueron escogidos entre cientos. Lo que permite advertir que este libro es fruto del trabajo y de la voluntad, herramientas centrales del oficio de escribir. Está claro que Marcelo hace literatura, según sus propias palabras, como quien gana la quiniela y no pasa a cobrar el premio. Provisto de un enorme caudal imaginativo, solo una fortaleza como la suya permite que sus versos no se desplomen en la incongruencia; de esta manera los textos son alambrados por una tensión invisible que recorre la obra como un chacarero conduce mediante acequias el agua de la vertiente central a su propia plantación. Recuerdo que en el formidable Cándido del no menos temible Voltaire, se libra una sorda batalla entre el optimismo (todo debe mejorar indefectiblemente) y el pesimismo (al mundo no le queda menos que empeorar). Al final de la obra, luego de una serie de desventuras que parecen inclinar la balanza a favor del pesimismo, Cándido resuelve el dilema con una frase “hay que cultivar el huerto”, toma la azada y comienza a carpir. Marcelo Alonso parece haber tomado la misma decisión: lo importante es escribir, la inspiración es secundaria y, en todo caso, si llega, lo mejor es que nos encuentre trabajando.
El fin del tiempo también está presente en Neo-Bidimensionalidad. Como su nombre lo indica, el libro abunda en predicciones sobre un mundo nuevo que sólo puede nacer de la destrucción del viejo orden (“Entonces comenzaron a caer del cielo / enormes máquinas que destruían / las ciudades y los sembrados…” –La moral de argot– ) y muestras de ecologismo radical (como en el poema Ver para creer) que le dan un tono profético a algunas páginas. Hay diagnósticos precisos de la condición humana (“Estamos domesticados a temperaturas / y todos los seres vivos del mundo / necesitan climatización”), algún personaje aterrador (–Latrom, el invencible–), surrealismo militante (el increíble “Así es la cosa” digno de una pesadilla de Monterroso) amable bucólica (–Repaso–) y naturalismo salvaje (“Y rodeándose con la cuerda al cuello, / quedó colgado con la lengua pa’ un costado. / Como vaca después del mazazo / en la mollera” –El cruel antojo de un destino– ).
Mención aparte merecen los “Relatos de sueños”, breves estallidos de lírica (“En una vieja estufa a kerosén en desuso / una pequeña lauchita crió a sus generaciones / y el gato dormía con infinita pachorra” –Condiciones de vida–) y epifanías condensadas a lo mínimo (“Nada es semejante al ser / que nos da la vida. / Ni la consumación del hecho mismo que la da”. –La madre–) así como la curiosa plegaria La semblanza del todo (“Una más y es la última. / Buscaremos el camino que nos lleva / de regreso al Edén”). Por último ¡A la cancha!, invita a recordar a Martín Fierro (“Como no soy rencoroso / y aplaudo si me ganan / le digo que cuando quiera / hay revancha”) y en el alucinado Consumido el cuerno abismal advierto porqué a Marcelo Alonso le gusta Black Sabbath (“Pasaron los féretros de la crueldad de un lado a otro. Fueron los credos del santurrón convirtiéndose según pasaban los hechos y los volcanes rugían…”)
¿Demonio de maldad o gigante con corazón de oro? se pregunta el autor de la contratapa. A riesgo de contestar una pregunta en realidad retórica, yo creo que Marcelo resume el ying y el yang de la personalidad humana, prueba de eso son sus poemas. Es bueno saber que sus libros están cerca. Porque no solo de soja vive el hombre, aunque a veces parezca lo contrario.
ESTE HOMBRE ESTA ENOJADO POR EL CORDON CUNETA QUE ESTA PINTADO DE AMARILLO Y NO DE BLANCO ???..
ResponderEliminarNos veremos en el infierno Beny...
ResponderEliminarEscuché muchas boludeces hoy, sobre todo en el ámbito sanitario. Y me acordé de un verso de Beny, impecable, que dice "sólo escuchen la música de fondo". A mi siempre me gustó más Escalera al Cielo, pero esta nochecita me tomo un vino y escucho Perro Negro. Salud
ResponderEliminarCoky
d q murió?
ResponderEliminarCreo que murió de escuchar gente qué pregunta respuestas.
ResponderEliminarHola, donde puedo conseguir el libro?
ResponderEliminarSoy de una localidad cercana a general viamonte.
Queremos el libro!!!!
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