Desaparecidos en democracia
La desaparición de personas es un fenómeno cuya sombra atroz cubre nuestro país desde hace décadas. Los diversos procesos dictatoriales fueron perfeccionando un modus operandi que tuvo su muestra más cabal durante la segunda mitad de la década del 70, cuando miles de personas fueron sepultadas en vida por la brutal maquinaria estatal comandada por la Junta Militar en el denominado Proceso de Reorganización Nacional.
A principio de los 80, el regreso de la democracia insufló nuevos vientos que impulsaron a la sociedad a recuperar algunos de los derechos que le habían sido arrancados. Sin embargo, como el dramático goteo de una canilla que se resiste a ser cerrada, las personas siguieron desapareciendo en la Argentina, ya no por miles, pero cada caso es una herida abierta en la psique social que infecta la comunidad en dolorosa gangrena. Y cada hijo que no encuentra a su padre es un paria golpeando las puertas de la nada.
Ciertas desapariciones toman visibilidad gracias a los medios de comunicación y se transforman en casos emblemáticos que marcan pautas y procedimientos. Mediante este criterio, de entre cientos de casos de personas que están desaparecidas desde el regreso de la democracia, podemos mencionar los siguientes:
Miguel Bru: Este estudiante de periodismo desapareció en la ciudad de La Plata en 1993. Miguel había recibido un allanamiento ilegal días antes de su desaparición en la casa que compartía con otros amigos. A raíz de este episodio, Miguel fue a la comisaría a hacer la denuncia. La última vez que se lo vio fue la noche del 16 de agosto, cuando fue a la medianoche a visitar a su madre, quien asegura que lo notó preocupado.
Marita Verón: fue secuestrada en abril del 2002 por una red de prostitución clandestina. Desde 1983 se cuentan más de seiscientos casos de desapariciones de mujeres y niñas en manos de estas redes. Susana Trimarco, la madre de Marita, se dedicó a seguir las rutas de las organizaciones y ya consiguió que 98 chicas fueran liberadas y devueltas a sus hogares.
Julio López: despareció por primera vez durante los años 1976 y 1979, en el marco de la última dictadura militar argentina. Su segunda desaparición fue en septiembre del 2006, durante el mandato de Néstor Kirchner. Esta ausencia se da en el marco del juicio por las violaciones a los Derechos Humanos al represor Miguel Etchecolatz, en el que López era un testigo muy importante de la causa.
Desde hace 25 años, nuestro vecino Gabriel Pedro Ávila pertenece a esta sombría saga.
No hay trata ni desaparición de personas sin la complicidad de los gobiernos, de la justicia y de las fuerzas de seguridad. Pero tampoco hay desapariciones sin complicidad social, sin el impune pacto de silencio entre secuestradores, ideólogos, testigos y comunidad afectada. Si usted tiene algún dato sobre Pedro Ávila o sobre alguno de los cientos de desaparecidos en democracia contáctese con la Dirección General de Personas Desaparecidas, con las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, con los familiares de los afectados o con una organización social de confianza. Su testimonio puede ser la llave que encienda la luz en estas habitaciones oscuras.
A principio de los 80, el regreso de la democracia insufló nuevos vientos que impulsaron a la sociedad a recuperar algunos de los derechos que le habían sido arrancados. Sin embargo, como el dramático goteo de una canilla que se resiste a ser cerrada, las personas siguieron desapareciendo en la Argentina, ya no por miles, pero cada caso es una herida abierta en la psique social que infecta la comunidad en dolorosa gangrena. Y cada hijo que no encuentra a su padre es un paria golpeando las puertas de la nada.
Ciertas desapariciones toman visibilidad gracias a los medios de comunicación y se transforman en casos emblemáticos que marcan pautas y procedimientos. Mediante este criterio, de entre cientos de casos de personas que están desaparecidas desde el regreso de la democracia, podemos mencionar los siguientes:
Miguel Bru: Este estudiante de periodismo desapareció en la ciudad de La Plata en 1993. Miguel había recibido un allanamiento ilegal días antes de su desaparición en la casa que compartía con otros amigos. A raíz de este episodio, Miguel fue a la comisaría a hacer la denuncia. La última vez que se lo vio fue la noche del 16 de agosto, cuando fue a la medianoche a visitar a su madre, quien asegura que lo notó preocupado.
Marita Verón: fue secuestrada en abril del 2002 por una red de prostitución clandestina. Desde 1983 se cuentan más de seiscientos casos de desapariciones de mujeres y niñas en manos de estas redes. Susana Trimarco, la madre de Marita, se dedicó a seguir las rutas de las organizaciones y ya consiguió que 98 chicas fueran liberadas y devueltas a sus hogares.
Julio López: despareció por primera vez durante los años 1976 y 1979, en el marco de la última dictadura militar argentina. Su segunda desaparición fue en septiembre del 2006, durante el mandato de Néstor Kirchner. Esta ausencia se da en el marco del juicio por las violaciones a los Derechos Humanos al represor Miguel Etchecolatz, en el que López era un testigo muy importante de la causa.
Desde hace 25 años, nuestro vecino Gabriel Pedro Ávila pertenece a esta sombría saga.
No hay trata ni desaparición de personas sin la complicidad de los gobiernos, de la justicia y de las fuerzas de seguridad. Pero tampoco hay desapariciones sin complicidad social, sin el impune pacto de silencio entre secuestradores, ideólogos, testigos y comunidad afectada. Si usted tiene algún dato sobre Pedro Ávila o sobre alguno de los cientos de desaparecidos en democracia contáctese con la Dirección General de Personas Desaparecidas, con las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, con los familiares de los afectados o con una organización social de confianza. Su testimonio puede ser la llave que encienda la luz en estas habitaciones oscuras.
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