por Antonio Andrés Adamini
Durante el mes de enero, y principio de febrero, se desarrolla en diversas sedes educativas de General Viamonte las “Escuelas de Verano”. Un espacio en donde chicos de entre 2 y 21 años participan concurriendo en busca de recreación, actividades alternativas de formación, y por supuesto, también comida. Las experiencias son múltiples porque así lo determina el género humano. Aquí, un mínimo repaso realizado y publicado el pasado año junto a los directores que llevaron adelante la experiencia durante 2007.
Seguí leyendo... A quien pasara por el Centro Educativo Complementario durante las mañanas de enero, seguramente no le habrá sido fácil desviar la vista de lo que ocurría tras el alambre de la institución. Un inmenso barullo coordinado tronaba gracias a la batucada que mañana a mañana allí se reunía preparándose para los carnavales. Diez, veinte y hasta treinta chicos se enloquecían tocando bombos que eran más grandes que ellos, y cajitas…, y cuanto sonara con el golpe de un buen palillo. Ellos formaban parte de la Escuela de Verano, y si más atención prestaba el deambulante ocasional, notaría la inmensa felicidad que despedían esos chicos. Mientras otros le daban al fútbol, y otros en la pileta, y otros dibujando…
Las realidades, claro, difieren acorde a los espacios y contextos en que las mismas se desarrollaban. Baigorrita, San Emilio, Juan el Bueno, Zavalía, CEF, Fonavi, Eucaliptos, tribu, y tantos más. En total fueron 16 sedes coordinadas por Marcela Armella quién, según todos los testimonios, “siempre estuvo”.
La idea surgió como un modo de contener a los chicos durante el período en que las escuelas cierran, como una manera de aportarles actividades y entretenimientos, así como también darle sentido a los comedores que igual funcionan durante el año y el verano.
EL CAMPO Y LA CIUDAD
En las sedes rurales, o de las localidades más pequeñas, la realidad es diferente a la de la ciudad de Los Toldos, porque los chicos son diferentes. Según relatan los docentes rurales “tiene que ver con que la matricula no es tan grande. Y la familia que está presente. Ante cualquier requerimiento se acercan, responden, por ejemplo una mama que vivía a 8 km. (Esc. 18), traía a los chicos y se quedaba, acompañando. Los chicos son muy educados, “gracias”, “por favor”… por suerte es como otro mundo. Un mundo algo más tranquilo.
De este lado, en la urbe, la realidad es un poco más compleja, se relacionan las bondades y problemáticas de una sociedad que no otorga a todos la misma posibilidad. Los chicos de la ciudad son un poco más violentos. Aunque ¿Sólo los chicos?
Como relatan docentes del 905 y del CEF, “el problema del acercamiento de los padres a la institución no pudimos lograrlo, que estén con los nenes”, “Los padres no se acercan, ese es el problema mas grande”. Pero también existieron realidades diferentes “padres que salieron en búsqueda de materiales o comida. Padres re comprometidos” repetían integrantes de diversas instituciones. En el 910 del fonavi por ejemplo, “ya están muy acostumbrados, este verano hicimos mucha gimnasia con las mamis”.
En esta realidad compleja, los chicos vienen cargados de los propios hogares con situaciones de diversa índole, pero la presencia de violencia familiar o falta de oportunidades la tienen muy marcada. Los docentes, en muchos casos sin el acompañamiento de los padres, eran los responsables de generar actividades que aporten al cambio de comportamiento. ¿Cómo hacerlo?
“Nosotros teníamos mucha violencia (905). Pensábamos que la mejor estrategia era dividirlos por edades, pero nada, luego fue por propuestas, y ahí se calmaron, porque estaban en la actividad que les gustaba. Cuando los chicos están en una actividad que les gusta, se integran entre si, y dejan la violencia de lado. Y se ayudan entre si, mas allá de las edades: arte, murga, etc.”
En el CEC “pensábamos rotar, que todos pasen por todos. Luego vimos que no, que mejor vayan a lo que les gusta. Lo que ví de bueno en la propuesta de la murga es que Luciano hacia rotar a los grandes y chiquitos, mas allá de la excelencia del sonido, que todos participen.
Con chicos que sabemos que son problemáticos, con el arte se re prendían. Cada grupo se hacia acorde al interés. Los chicos grandes no se enganchaban con la artística, si a la murga o al fútbol”.
En el CEF “teníamos de 14 a 21. De entrada rompían todo en las instalaciones. Y al finalizar, se ofrecieron ellos a hacer las tareas de mantenimiento. A ese grupo no los podían ubicar en ningún lado. Algunos con causas judiciales, que no se enganchaban en nada. Y se apropiaron del lugar, se ofrecieron solos. Arreglaron, y ayudaron. Y la franja de mayor violencia no son los mas grande. Son los de 9 a 12, con vocabularios malos. Vienen de la casa con padres violentos. Nosotros tuvimos la suerte de trabajar con un asistente social por primera vez. Nos ayudo al acercamiento a la casa, y ves que no le dan bolilla al chico. Y cuando encuentran la institución que les da bolilla, se aferran. Pasan 8 horas en la escuela. Y después no se van a la casa, se van a dar vueltas al centro. Y a la casa a dormir, y al otro día, vuelta a la sede. Se sienten contenidos ahí”.
“En patios abiertos, rompían el jardín porque pensaban que era mío, -dice la directora- y luego cambió, es de ellos, de todos”.
El último comentario expone que el tema de la violencia sobrepasa el hogar, si no están en todo el día … “En la casa no esta, no viene de la casa toda la violencia, en parte si, pero no toda, está en las calles de Los Toldos también”.
LA PROBLEMÁTICA Y LA CONTENCION SOCIAL
Las escuelas de verano, al ser un espacio que viene acompañado del comedor, permite trabajar con los chicos humildes. Aunque la matricula no se limita a cierto sector social. Es heterogénea. Y esta heterogeneidad fue expuesta por los docentes, para quienes la violencia “está en todos lados, no es especifico de los barrios marginados. Incluso muchos problemas era con chicos que venían del centro”. “Tiene que ver con la falta de contención desde el hogar. Ellos reclaman ser escuchados. No solo los chicos marginados. Como el tiempo que nosotros le damos a nuestros hijos, por el trabajo que estamos medio ausente de nuestras casas”.
Las escuelas de veranos se vuelven un importante factor de contención social para los chicos.
“Hay que entender que el chico no tiene la posibilidad de ir gratis durante la semana a una pile por ejemplo, además del almuerzo y la recreación. No hay otro lugar. Acá, y en Baigorrita, no hay otra posibilidad. Esta el balneario, pero hay que pagar, podes ir un día a la semana…”
En las sedes educativas los chicos interactúan entre ellos, y con los docentes, conviven con actividades, juegos, chistes, música, colores, canciones, se conocen, se juntan, se pelean, se disfrutan en la inocencia que solo la niñez trae consigo.
Para los docentes a veces las realidades son crudas, como cuando “el lunes te das cuenta que no comieron. Los fideos no alcanzaban. Si bien las necesidades son cubiertas por los ticket a las familias, la leche la toman, no la dejaban”. Pero también sumamente gratificantes, “en estos grupos los vínculos con los chicos se refuerza mucho, el chico se libera y aprende cosas que en el ámbito escolar es más difícil lograr. Se entrelazan edades, hay chicos de 3 a 15 años, y vivís anécdotas desde el chupete hasta la salida del sábado a la noche”, o “te emocionas de sentir que estas estableciendo un vínculo muy fuerte que va más allá del trabajo y el alumno, te sentís amigo, compinche, a veces en una relación profunda y emotiva”.
Una distinción en la organización del año 2007 fue la interacción entre las distintas instituciones que participan del programa. “Sobraba pan en el fonavi e iba al CEF. Del 905 sobraban hamburguesas y salían al Centro. Del centro educativo al CEF, Del 908 iban a la pileta al CEC, etc. Este año se dio una apertura impresionante. Trabajos en red, compartiendo las estructuras”. “Y eso te da la pauta de que son los chicos de acá, los mismos chicos, chicos del pueblo”.
Al finalizar la experiencia el pasado 9 de febrero, los docente expusieron en sus opiniones que les encantaría seguir un poco más de tiempo, porque el verano se corta al medio y los chicos no tienen a donde ir. El monto presupuestado no contemplaba esta acción y no se puedo concretar.
El balance es claro, fue ampliamente exitoso. Lo sentís en el aire, en los rostros, en los recuerdos que a borbotones cruzan las individualidades y se conjugan en opinión colectiva, en la satisfacción del género humano que hace, y hace, y no se cansa de hacer.
Seguí leyendo... A quien pasara por el Centro Educativo Complementario durante las mañanas de enero, seguramente no le habrá sido fácil desviar la vista de lo que ocurría tras el alambre de la institución. Un inmenso barullo coordinado tronaba gracias a la batucada que mañana a mañana allí se reunía preparándose para los carnavales. Diez, veinte y hasta treinta chicos se enloquecían tocando bombos que eran más grandes que ellos, y cajitas…, y cuanto sonara con el golpe de un buen palillo. Ellos formaban parte de la Escuela de Verano, y si más atención prestaba el deambulante ocasional, notaría la inmensa felicidad que despedían esos chicos. Mientras otros le daban al fútbol, y otros en la pileta, y otros dibujando…
Las realidades, claro, difieren acorde a los espacios y contextos en que las mismas se desarrollaban. Baigorrita, San Emilio, Juan el Bueno, Zavalía, CEF, Fonavi, Eucaliptos, tribu, y tantos más. En total fueron 16 sedes coordinadas por Marcela Armella quién, según todos los testimonios, “siempre estuvo”.
La idea surgió como un modo de contener a los chicos durante el período en que las escuelas cierran, como una manera de aportarles actividades y entretenimientos, así como también darle sentido a los comedores que igual funcionan durante el año y el verano.
EL CAMPO Y LA CIUDAD
En las sedes rurales, o de las localidades más pequeñas, la realidad es diferente a la de la ciudad de Los Toldos, porque los chicos son diferentes. Según relatan los docentes rurales “tiene que ver con que la matricula no es tan grande. Y la familia que está presente. Ante cualquier requerimiento se acercan, responden, por ejemplo una mama que vivía a 8 km. (Esc. 18), traía a los chicos y se quedaba, acompañando. Los chicos son muy educados, “gracias”, “por favor”… por suerte es como otro mundo. Un mundo algo más tranquilo.
De este lado, en la urbe, la realidad es un poco más compleja, se relacionan las bondades y problemáticas de una sociedad que no otorga a todos la misma posibilidad. Los chicos de la ciudad son un poco más violentos. Aunque ¿Sólo los chicos?
Como relatan docentes del 905 y del CEF, “el problema del acercamiento de los padres a la institución no pudimos lograrlo, que estén con los nenes”, “Los padres no se acercan, ese es el problema mas grande”. Pero también existieron realidades diferentes “padres que salieron en búsqueda de materiales o comida. Padres re comprometidos” repetían integrantes de diversas instituciones. En el 910 del fonavi por ejemplo, “ya están muy acostumbrados, este verano hicimos mucha gimnasia con las mamis”.
En esta realidad compleja, los chicos vienen cargados de los propios hogares con situaciones de diversa índole, pero la presencia de violencia familiar o falta de oportunidades la tienen muy marcada. Los docentes, en muchos casos sin el acompañamiento de los padres, eran los responsables de generar actividades que aporten al cambio de comportamiento. ¿Cómo hacerlo?
“Nosotros teníamos mucha violencia (905). Pensábamos que la mejor estrategia era dividirlos por edades, pero nada, luego fue por propuestas, y ahí se calmaron, porque estaban en la actividad que les gustaba. Cuando los chicos están en una actividad que les gusta, se integran entre si, y dejan la violencia de lado. Y se ayudan entre si, mas allá de las edades: arte, murga, etc.”
En el CEC “pensábamos rotar, que todos pasen por todos. Luego vimos que no, que mejor vayan a lo que les gusta. Lo que ví de bueno en la propuesta de la murga es que Luciano hacia rotar a los grandes y chiquitos, mas allá de la excelencia del sonido, que todos participen.
Con chicos que sabemos que son problemáticos, con el arte se re prendían. Cada grupo se hacia acorde al interés. Los chicos grandes no se enganchaban con la artística, si a la murga o al fútbol”.
En el CEF “teníamos de 14 a 21. De entrada rompían todo en las instalaciones. Y al finalizar, se ofrecieron ellos a hacer las tareas de mantenimiento. A ese grupo no los podían ubicar en ningún lado. Algunos con causas judiciales, que no se enganchaban en nada. Y se apropiaron del lugar, se ofrecieron solos. Arreglaron, y ayudaron. Y la franja de mayor violencia no son los mas grande. Son los de 9 a 12, con vocabularios malos. Vienen de la casa con padres violentos. Nosotros tuvimos la suerte de trabajar con un asistente social por primera vez. Nos ayudo al acercamiento a la casa, y ves que no le dan bolilla al chico. Y cuando encuentran la institución que les da bolilla, se aferran. Pasan 8 horas en la escuela. Y después no se van a la casa, se van a dar vueltas al centro. Y a la casa a dormir, y al otro día, vuelta a la sede. Se sienten contenidos ahí”.
“En patios abiertos, rompían el jardín porque pensaban que era mío, -dice la directora- y luego cambió, es de ellos, de todos”.
El último comentario expone que el tema de la violencia sobrepasa el hogar, si no están en todo el día … “En la casa no esta, no viene de la casa toda la violencia, en parte si, pero no toda, está en las calles de Los Toldos también”.
LA PROBLEMÁTICA Y LA CONTENCION SOCIAL
Las escuelas de verano, al ser un espacio que viene acompañado del comedor, permite trabajar con los chicos humildes. Aunque la matricula no se limita a cierto sector social. Es heterogénea. Y esta heterogeneidad fue expuesta por los docentes, para quienes la violencia “está en todos lados, no es especifico de los barrios marginados. Incluso muchos problemas era con chicos que venían del centro”. “Tiene que ver con la falta de contención desde el hogar. Ellos reclaman ser escuchados. No solo los chicos marginados. Como el tiempo que nosotros le damos a nuestros hijos, por el trabajo que estamos medio ausente de nuestras casas”.
Las escuelas de veranos se vuelven un importante factor de contención social para los chicos.
“Hay que entender que el chico no tiene la posibilidad de ir gratis durante la semana a una pile por ejemplo, además del almuerzo y la recreación. No hay otro lugar. Acá, y en Baigorrita, no hay otra posibilidad. Esta el balneario, pero hay que pagar, podes ir un día a la semana…”
En las sedes educativas los chicos interactúan entre ellos, y con los docentes, conviven con actividades, juegos, chistes, música, colores, canciones, se conocen, se juntan, se pelean, se disfrutan en la inocencia que solo la niñez trae consigo.
Para los docentes a veces las realidades son crudas, como cuando “el lunes te das cuenta que no comieron. Los fideos no alcanzaban. Si bien las necesidades son cubiertas por los ticket a las familias, la leche la toman, no la dejaban”. Pero también sumamente gratificantes, “en estos grupos los vínculos con los chicos se refuerza mucho, el chico se libera y aprende cosas que en el ámbito escolar es más difícil lograr. Se entrelazan edades, hay chicos de 3 a 15 años, y vivís anécdotas desde el chupete hasta la salida del sábado a la noche”, o “te emocionas de sentir que estas estableciendo un vínculo muy fuerte que va más allá del trabajo y el alumno, te sentís amigo, compinche, a veces en una relación profunda y emotiva”.
Una distinción en la organización del año 2007 fue la interacción entre las distintas instituciones que participan del programa. “Sobraba pan en el fonavi e iba al CEF. Del 905 sobraban hamburguesas y salían al Centro. Del centro educativo al CEF, Del 908 iban a la pileta al CEC, etc. Este año se dio una apertura impresionante. Trabajos en red, compartiendo las estructuras”. “Y eso te da la pauta de que son los chicos de acá, los mismos chicos, chicos del pueblo”.
Al finalizar la experiencia el pasado 9 de febrero, los docente expusieron en sus opiniones que les encantaría seguir un poco más de tiempo, porque el verano se corta al medio y los chicos no tienen a donde ir. El monto presupuestado no contemplaba esta acción y no se puedo concretar.
El balance es claro, fue ampliamente exitoso. Lo sentís en el aire, en los rostros, en los recuerdos que a borbotones cruzan las individualidades y se conjugan en opinión colectiva, en la satisfacción del género humano que hace, y hace, y no se cansa de hacer.
Guau. Mi abuelo se llama Andres Antonio Adamini.
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