1. Han pasado más de cien días desde que las cuatro federaciones agrarias (SR, CRA, CONINAGRO y FAA), con su lockout, iniciaran una crisis de excepcional envergadura y nos transformara a la inmensa mayoría de los argentinos en rehenes de sus propios reclamos. No obstante que el gobierno concediera gran parte de estos, la presión corporativa se traslada ahora al Congreso.
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Pero mientras la rebelión sojera nos condenaba al desabastecimiento, la aceleración inflacionaria, la parálisis de la producción industrial, la suspensión y el despido de trabajadores producía también un formidable derroche de productos alimenticios. Millones de argentinos contemplaron por TV el derrame de otros tantos millones de litros de leche. Sin embargo, lo que no se pudo ver es que, mientras se decía que se paralizaba la exportación, ésta continuaba y aumentaba. El total de exportaciones de granos, oleaginosas y subproductos alcanzó entre enero y mayo de este año casi 10.400 millones de dólares, 63% más que los 6.371 millones del mismo período el año pasado.
Sin embargo, lo que comenzó como una disputa por la renta entre “campo” y “gobierno” se transformó en un choque político por la orientación general del país y el completo manejo del Estado. Mientras el gobierno intenta contener la vertiginosa licuación de su autoridad política y su función propia al frente del mismo, el bloque ruralista busca potenciar ese desgaste, canalizando las aspiraciones ultraliberales de toda la derecha. La revuelta sojera ha obtenido el sostén activo de gran parte de los sectores medios, sobre todo del interior, en medida mucho mayor al que consiguiera Blumberg y ha instalado un ambiente de hostilidad racista hacia las tradiciones populares y las conquistas democráticas, que produce el rebrote de una cultura gorila basada en la épica del bolsillo.
Este “movimiento social” reaccionario, sostenido por la propaganda de los grandes medios masivos, que alimentan la ignorancia y el individualismo corrientes, reclama la completa rendición del Estado al principal reclamo corporativo: la anulación de las retenciones móviles. Para la burguesía sojera, el hambre mundial de más de 1.000 millones de seres humanos implica la oportunidad de un negocio multimillonario, sobre el que se abalanza aun a costa del hambre nativo.
No se puede ignorar que es el propio modelo sojero, que desde la década pasada contó con el impulso de todos los gobiernos, el que ha metido a todo el pueblo argentino en esta encerrona. No se puede ignorar que la administración kirchnerista lo multiplicó, aprovechando el crecimiento de los precios internacionales para empujar el aumento del PBI a “tasas chinas” y, de paso, hacer “caja” para pagar los vencimientos de la deuda, prevenirse contra la crisis financiera mundial, subsidiar a las empresas de transporte y servicios privatizadas y someter a los regímenes provinciales al poder político central. Sólo a último momento, y frente a la situación de conflicto, el gobierno “descubre” que el mecanismo de las retenciones podría servir para la redistribución social de la renta y que el monocultivo sojero, además de ampliar la frontera agraria capitalista y empujar a la mayor marginalidad al campesinado tradicional, familiar y comunitario, arrincona a otras producciones agrarias destinadas al consumo alimentario típico de nuestro pueblo. Que con la utilización del paquete tecnológico de transgénicos y agrotóxicos se degrada la tierra, la biodiversidad y la salud de millones de hombres, mujeres y niños del pueblo.
Pero no es contra esos fenómenos político-económico-sociales, ni a favor de la redistribución de la renta, que se dirige la revuelta reaccionaria. Las pequeñas y medianas empresas agrarias capitalistas, en gran parte conformadas por propietarios que alquilan sus tierras a pools de siembra y grandes sociedades anónimas, no piden la reducción de los alquileres, como sus antepasados del Grito de Alcorta. No reclaman contra la intermediación privada parasitaria, ni contra los monopolios exportadores que se llevan la parte del león en esta disputa, ni contra la industria de semillas y agroquímicos como Monsanto. En su reduccionismo, atacan la función del Estado de fijar gravámenes y establecer regulaciones económicas y sociales.
2. Por su propia política, el gobierno se ha condenado a la impotencia. Ensayó todos los caminos para desarticular la protesta y fracasó, hasta ahora, en todos sus intentos. Perdió sustento social entre las capas medias del interior y se redobló su orfandad en los segmentos urbanos, incluidos los trabajadores y las capas más populares afectadas por la inflación, que serán las principales víctimas en caso de imponerse por completo la rebelión agraria. Lo que es peor para el gobierno, se ha erosionado su liderazgo frente al mismo aparato justicialista.
Sus propios compromisos con la gran burguesía industrial y rural transnacionalizadas y el corrupto aparato justicialista, con la evasión multimillonaria de los puertos privados y las ganancias mayúsculas de los seis grandes exportadores, le impidieron buscar alianzas con los sectores pobres del campo y lo indujeron a descalificar en bloque a todos los descontentos que nutrieron los “piquetes de la abundancia” y las “cacerolas de teflón”.
Las acusaciones gubernamentales contra los ruralistas no alcanzan suficiente auditorio social porque no ha puesto en marcha ninguna medida efectiva para la redistribución del ingreso y persisten los fuertes impuestos para el consumo popular. La “sensación térmica” social (que es mucho más acertada que los mentirosos índices del INDEC) es que se han agravado la inflación, la pobreza, la miseria y la desigualdad social. Mientras se deteriora cada vez más el transporte ferroviario de pasajeros y cargas, se ha embarcado en un proyecto faraónico y corrupto, notoriamente antipopular, como el del Tren Bala. Y en medio del conflicto agrario el gobierno anuncia un plan de hospitales, viviendas y caminos rurales financiados con la renta excedentaria, aunque nada se dice sobre el equipamiento de personal, insumos, medicamentos y aparatos a los hospitales realmente existentes, ni sobre la recomposición estructural y salarial de las escuelas públicas.
Mientras tanto, se evidencia el doble discurso oficial y mediático frente a los cortes de ruta. Mientras la TV se llenaba de transmisiones que difundían cada estornudo de los ruralistas y de los propietarios de camiones y se escandalizaba porque los gendarmes mostraban el abdomen de Alfredo De Angeli, una verdadera masa de empobrecidos era brutalmente apaleada por el gobernador oficialista de Jujuy, sin despertar casi ningún comentario de los medios ni la menor condena del gobierno central o de los rebeldes agrarios.
3. Entendemos que existe otro camino para superar esta crisis económica, social y política. Empezando por la forma de caracterizarla.
Partimos de la comprensión de que el capital financiero internacional se ha apoderado de la agricultura y pretende convertir a nuestro país en un mero proveedor de forrajes. Para nosotros, no se trata simplemente de la trasnochada oposición entre “oligarquía terrateniente” y “gobierno nacional y popular”. La primera hace décadas que ha sido sustituida por grandes sociedades anónimas transnacionales, inversores en pools de siembra y propietarios rentistas. Estos últimos son los principales animadores de la rebelión sojera. El segundo simplemente se reduce, como vimos, a un discurso.
Tampoco se trata de una pugna entre “pequeños” (o “pequeños y medianos”) agricultores y gobierno “K”. Tales agricultores hoy están atados, en su mayor parte, a la renta que les proporciona el modelo sojero, ya sea por la producción de sus propios campos o por los arrendamientos que cobran en virtud de él.
Menos aún se trata de una acción golpista o destituyente. Se trata sí de una pugna intercapitalista a la cual no podemos ser indiferentes. No soportamos el falso neutralismo que nos convierte en espectadores de una crisis y sepulta cualquier posibilidad de intervención política que permita construir una salida favorable a los intereses de las mayorías.
Nos ubicamos firme y explícitamente contra la agresión neoliberal. Creemos que hay algo mucho peor para los trabajadores y el pueblo que la “anarquía revolucionaria”, y ello es la “anarquía reaccionaria”. Al mismo tiempo, no aplaudimos una política oficial que no ha hecho más que pavimentar el sendero de los enemigos del pueblo.
Los intereses de la gran mayoría de la población nacional están muy involucrados en cuánto costarán la leche, el pan y la carne y si dispondrán o no de ellos. Los ruralistas pretenden que, frente a la gran demanda internacional, la especulación financiera y el destino a agrocombustibles del maíz, el azúcar, la soja, etc., que eleva brutalmente los precios internacionales, dichos precios se impongan también aquí.
Mientras no se disponga de otras políticas como la fijación de precios internos por organismos como las disueltas Juntas Nacionales de Carnes y de Granos y el control de las ventas externas y sus ingresos por un organismo estatal de comercio exterior, no habrá otros mecanismos mejores que las retenciones para controlar los precios locales de los alimentos y su abastecimiento regular. Estas necesariamente deben ser móviles, para acompañar el crecimiento constante y prolongado de los precios mundiales. Más aún: no sólo deben aplicarse a la soja, los granos y la carne, sino también al petróleo y sus derivados, y a todas las rentas extraordinarias.
Como lo demuestra la experiencia de la década pasada, la privatización de las principales empresas productoras y de servicios produjo mucho más daño que su manejo por el Estado burgués. Lo mismo sucede hoy con los impuestos a las rentas extraordinarias del agro, que el gobierno aumenta y la rebelión del bloque agrario busca eliminar.
4. A partir de estos criterios, creemos indispensable que se geste un nuevo polo de intervención en la crisis, que abra las compuertas a la expresión de las mayorías populares. En la medida que el lockout sojero precipita la desaceleración económica que el gobierno pretendía evitar, es indispensable tomar medidas de emergencia para proteger las fuentes de trabajo y los ingresos populares frente a la inflación, la falta de combustibles y el desabastecimiento de alimentos e insumos industriales.
Proponemos la adopción de acciones contundentes contra quienes especulan o destruyen la comida que necesitan las familias. Se debe restablecer la vigencia plena y aplicar integralmente la Ley de Abastecimiento, que permite la fijación de precios internos, mínimos y máximos, autoriza la intervención estatal e incluso la expropiación de las empresas que violen sus disposiciones y penaliza severamente a sus violadores. Y ejecutarla en toda la cadena de producción, elaboración, distribución y comercialización.
La redistribución social del ingreso nacional no sólo se necesita y es posible ahora, si no que ya lo era antes. Los enormes superávit fiscal y comercial externo acumulados, que hasta ahora se asignaron a otros destinos, alcanzan perfectamente para un aumento general del salario mínimo, vital y móvil hasta 1.500 pesos; para incluir a los trabajadores precarizados (al par que se los hace ingresar efectivamente a la regularización laboral); para establecer definitivamente la movilidad de jubilaciones y pensiones; para quintuplicar, como mínimo, las asignaciones miserables a los desocupados; y para ajustar por lo menos trimestralmente todas las remuneraciones a la inflación real.
La apropiación privada de la tierra y su renta, ordinaria y extraordinaria, antes en manos de los terratenientes tradicionales y hoy en las del capitalismo transnacionalizado y meramente rentista o especulador, históricamente sofocó el desarrollo industrial, perpetuó y perpetúa la inserción primarizada del país en la división internacional del trabajo. La ausencia de medidas de nacionalización de esos recursos continuará bloqueando la creación masiva de empleo y la mejora del nivel de vida popular.
Es indispensable en lo inmediato eliminar el gravamen del IVA para todos los productos alimentarios, medicamentos y de primera necesidad, al tiempo que garantizar la calidad de estos. En materia de reforma tributaria, se impone también eliminar las exenciones impositivas de que gozan, por ejemplo, los pools de siembra, las empresas mineras y las operaciones financieras. Al mismo tiempo que perseguir consecuentemente la elusión y evasión del impuesto inmobiliario rural, aumentando las alícuotas de éste, muy inferiores a los de los inmuebles urbanos, conforme a la valorización de la tierra.
Como lo ha tenido que admitir el propio gobierno, las retenciones también sirven para desalentar el monocultivo sojero (una de las tantas formas que asume el productivismo y el consumismo depredadores y barbarizantes del capital) y disminuir el precio de los arrendamientos, que se pactan en base al del poroto. Pero de poco sirven al respecto si al mismo tiempo no se implementa un plan agrario que recomponga la producción de todos los cultivos desplazados, la ganadería y producción lechera; que paralice los desmontes y los desalojos; que favorezca la titularización y cooperativización de las tierras campesinas; que promueva la producción orgánica y familiar; que elimine el monopolio semillero de la industria biotecnológica, así como la producción de transgénicos y agrotóxicos; y que, en definitiva, defienda la soberanía alimentaria.
El campesinado y los pueblos originarios, junto a más de un millón de peones rurales completamente precarizados, sometidos, junto a sus hijos pequeños, a la superexplotación de los “productores” capitalistas y sin defensa alguna de un sindicato superburocratizado, conforman la verdadera “pata rural” de un potencialmente vasto movimiento social que debe intervenir políticamente en esta crisis para hacer pesar los intereses de la mayoría nacional. Se impone la inmediata derogación de la ley de la última dictadura que rige el trabajo rural, el blanqueo de la situación laboral de todos los peones y el establecimiento de un salario mínimo equivalente al de los trabajadores urbanos.
Nuestro país es productor potencial de alimentos para 400 millones de personas por año. Decimos potencial puesto que la soja transgénica, que ocupa hoy más de la mitad de la tierra cultivada, sólo sirve para alimentar, en un 95%, al ganado y los automóviles de las potencias capitalistas emergentes; mientras se desarrolla en el mundo una crisis alimentaria feroz y la Argentina mantiene en su interior más de dos millones de desnutridos.
Nuestro país no sólo tiene la capacidad de eliminar de inmediato la subalimentación interna, sino que puede convertirse en un actor importante en la erradicación del modelo capitalista que pone en peligro la supervivencia de 1.300 millones de seres humanos. Puede también incidir en la construcción de mecanismos de seguridad alimentaria regional y mundial que garanticen la estabilización de los precios, la regulación de la producción y los abastecimientos y una suspensión inmediata en la producción de agro-combustibles. Para estos objetivos, entendemos que debe promoverse la soberanía alimentaria como un derecho inalienable de los pueblos, que nos permita recuperar el control sobre la agricultura y los alimentos, y ponga fin a la escandalosa fijación de precios por los especuladores bursátiles.
Poner fin a la rebelión sojera para favorecer los intereses populares contribuirá también a gestar un programa solidario de proyección global.
5. Pero este camino exige discutir lo importante, socializar el debate por fuera de las instituciones y poner en el centro de la agenda nacional un programa popular de transformaciones. Para contrarrestar la demagogia derechista del bloque ruralista y la complicidad del oficialismo, que agravan una crisis desgarradora, hay que poner en pie otra voz y otra alternativa.
Toca a la responsabilidad de los militantes, agrupaciones y sindicatos que pretenden expresar las necesidades y los intereses de los trabajadores: ocupados, precarizados y desocupados, urbanos y rurales; a los movimientos campesinos y de pueblos originarios; a las organizaciones y movimientos sociales populares, sus conductores y dirigentes, el poner en marcha, unitaria y enérgicamente, las acciones propagandísticas y agitativas necesarias para derrotar a la reacción y reivindicar la satisfacción de las necesidades populares.
Al mismo tiempo, todos juntos debemos emprender la tarea de debatir con el pueblo qué es lo que se produce; cómo se produce; quiénes y en beneficio de quiénes se produce, distribuye, comercializa y consume; quiénes determinan los precios de las mercancías y a quienes beneficia y perjudica el funcionamiento de la economía capitalista. Del mismo modo, emprender la tarea colectiva de debatir y consensuar un programa que ayude a poner fin realmente a la zozobra de las crisis capitalistas, y al sistema mismo.
La única salida realista de la crisis es ir por más, sumando las voluntades de quienes queremos transformar de raíz nuestra sociedad. Ese es el propósito de nuestra segunda convocatoria a construir Otro camino para superar la crisis.
Enviado por José Caminos para lamanuelaonline
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Pero mientras la rebelión sojera nos condenaba al desabastecimiento, la aceleración inflacionaria, la parálisis de la producción industrial, la suspensión y el despido de trabajadores producía también un formidable derroche de productos alimenticios. Millones de argentinos contemplaron por TV el derrame de otros tantos millones de litros de leche. Sin embargo, lo que no se pudo ver es que, mientras se decía que se paralizaba la exportación, ésta continuaba y aumentaba. El total de exportaciones de granos, oleaginosas y subproductos alcanzó entre enero y mayo de este año casi 10.400 millones de dólares, 63% más que los 6.371 millones del mismo período el año pasado.
Sin embargo, lo que comenzó como una disputa por la renta entre “campo” y “gobierno” se transformó en un choque político por la orientación general del país y el completo manejo del Estado. Mientras el gobierno intenta contener la vertiginosa licuación de su autoridad política y su función propia al frente del mismo, el bloque ruralista busca potenciar ese desgaste, canalizando las aspiraciones ultraliberales de toda la derecha. La revuelta sojera ha obtenido el sostén activo de gran parte de los sectores medios, sobre todo del interior, en medida mucho mayor al que consiguiera Blumberg y ha instalado un ambiente de hostilidad racista hacia las tradiciones populares y las conquistas democráticas, que produce el rebrote de una cultura gorila basada en la épica del bolsillo.
Este “movimiento social” reaccionario, sostenido por la propaganda de los grandes medios masivos, que alimentan la ignorancia y el individualismo corrientes, reclama la completa rendición del Estado al principal reclamo corporativo: la anulación de las retenciones móviles. Para la burguesía sojera, el hambre mundial de más de 1.000 millones de seres humanos implica la oportunidad de un negocio multimillonario, sobre el que se abalanza aun a costa del hambre nativo.
No se puede ignorar que es el propio modelo sojero, que desde la década pasada contó con el impulso de todos los gobiernos, el que ha metido a todo el pueblo argentino en esta encerrona. No se puede ignorar que la administración kirchnerista lo multiplicó, aprovechando el crecimiento de los precios internacionales para empujar el aumento del PBI a “tasas chinas” y, de paso, hacer “caja” para pagar los vencimientos de la deuda, prevenirse contra la crisis financiera mundial, subsidiar a las empresas de transporte y servicios privatizadas y someter a los regímenes provinciales al poder político central. Sólo a último momento, y frente a la situación de conflicto, el gobierno “descubre” que el mecanismo de las retenciones podría servir para la redistribución social de la renta y que el monocultivo sojero, además de ampliar la frontera agraria capitalista y empujar a la mayor marginalidad al campesinado tradicional, familiar y comunitario, arrincona a otras producciones agrarias destinadas al consumo alimentario típico de nuestro pueblo. Que con la utilización del paquete tecnológico de transgénicos y agrotóxicos se degrada la tierra, la biodiversidad y la salud de millones de hombres, mujeres y niños del pueblo.
Pero no es contra esos fenómenos político-económico-sociales, ni a favor de la redistribución de la renta, que se dirige la revuelta reaccionaria. Las pequeñas y medianas empresas agrarias capitalistas, en gran parte conformadas por propietarios que alquilan sus tierras a pools de siembra y grandes sociedades anónimas, no piden la reducción de los alquileres, como sus antepasados del Grito de Alcorta. No reclaman contra la intermediación privada parasitaria, ni contra los monopolios exportadores que se llevan la parte del león en esta disputa, ni contra la industria de semillas y agroquímicos como Monsanto. En su reduccionismo, atacan la función del Estado de fijar gravámenes y establecer regulaciones económicas y sociales.
2. Por su propia política, el gobierno se ha condenado a la impotencia. Ensayó todos los caminos para desarticular la protesta y fracasó, hasta ahora, en todos sus intentos. Perdió sustento social entre las capas medias del interior y se redobló su orfandad en los segmentos urbanos, incluidos los trabajadores y las capas más populares afectadas por la inflación, que serán las principales víctimas en caso de imponerse por completo la rebelión agraria. Lo que es peor para el gobierno, se ha erosionado su liderazgo frente al mismo aparato justicialista.
Sus propios compromisos con la gran burguesía industrial y rural transnacionalizadas y el corrupto aparato justicialista, con la evasión multimillonaria de los puertos privados y las ganancias mayúsculas de los seis grandes exportadores, le impidieron buscar alianzas con los sectores pobres del campo y lo indujeron a descalificar en bloque a todos los descontentos que nutrieron los “piquetes de la abundancia” y las “cacerolas de teflón”.
Las acusaciones gubernamentales contra los ruralistas no alcanzan suficiente auditorio social porque no ha puesto en marcha ninguna medida efectiva para la redistribución del ingreso y persisten los fuertes impuestos para el consumo popular. La “sensación térmica” social (que es mucho más acertada que los mentirosos índices del INDEC) es que se han agravado la inflación, la pobreza, la miseria y la desigualdad social. Mientras se deteriora cada vez más el transporte ferroviario de pasajeros y cargas, se ha embarcado en un proyecto faraónico y corrupto, notoriamente antipopular, como el del Tren Bala. Y en medio del conflicto agrario el gobierno anuncia un plan de hospitales, viviendas y caminos rurales financiados con la renta excedentaria, aunque nada se dice sobre el equipamiento de personal, insumos, medicamentos y aparatos a los hospitales realmente existentes, ni sobre la recomposición estructural y salarial de las escuelas públicas.
Mientras tanto, se evidencia el doble discurso oficial y mediático frente a los cortes de ruta. Mientras la TV se llenaba de transmisiones que difundían cada estornudo de los ruralistas y de los propietarios de camiones y se escandalizaba porque los gendarmes mostraban el abdomen de Alfredo De Angeli, una verdadera masa de empobrecidos era brutalmente apaleada por el gobernador oficialista de Jujuy, sin despertar casi ningún comentario de los medios ni la menor condena del gobierno central o de los rebeldes agrarios.
3. Entendemos que existe otro camino para superar esta crisis económica, social y política. Empezando por la forma de caracterizarla.
Partimos de la comprensión de que el capital financiero internacional se ha apoderado de la agricultura y pretende convertir a nuestro país en un mero proveedor de forrajes. Para nosotros, no se trata simplemente de la trasnochada oposición entre “oligarquía terrateniente” y “gobierno nacional y popular”. La primera hace décadas que ha sido sustituida por grandes sociedades anónimas transnacionales, inversores en pools de siembra y propietarios rentistas. Estos últimos son los principales animadores de la rebelión sojera. El segundo simplemente se reduce, como vimos, a un discurso.
Tampoco se trata de una pugna entre “pequeños” (o “pequeños y medianos”) agricultores y gobierno “K”. Tales agricultores hoy están atados, en su mayor parte, a la renta que les proporciona el modelo sojero, ya sea por la producción de sus propios campos o por los arrendamientos que cobran en virtud de él.
Menos aún se trata de una acción golpista o destituyente. Se trata sí de una pugna intercapitalista a la cual no podemos ser indiferentes. No soportamos el falso neutralismo que nos convierte en espectadores de una crisis y sepulta cualquier posibilidad de intervención política que permita construir una salida favorable a los intereses de las mayorías.
Nos ubicamos firme y explícitamente contra la agresión neoliberal. Creemos que hay algo mucho peor para los trabajadores y el pueblo que la “anarquía revolucionaria”, y ello es la “anarquía reaccionaria”. Al mismo tiempo, no aplaudimos una política oficial que no ha hecho más que pavimentar el sendero de los enemigos del pueblo.
Los intereses de la gran mayoría de la población nacional están muy involucrados en cuánto costarán la leche, el pan y la carne y si dispondrán o no de ellos. Los ruralistas pretenden que, frente a la gran demanda internacional, la especulación financiera y el destino a agrocombustibles del maíz, el azúcar, la soja, etc., que eleva brutalmente los precios internacionales, dichos precios se impongan también aquí.
Mientras no se disponga de otras políticas como la fijación de precios internos por organismos como las disueltas Juntas Nacionales de Carnes y de Granos y el control de las ventas externas y sus ingresos por un organismo estatal de comercio exterior, no habrá otros mecanismos mejores que las retenciones para controlar los precios locales de los alimentos y su abastecimiento regular. Estas necesariamente deben ser móviles, para acompañar el crecimiento constante y prolongado de los precios mundiales. Más aún: no sólo deben aplicarse a la soja, los granos y la carne, sino también al petróleo y sus derivados, y a todas las rentas extraordinarias.
Como lo demuestra la experiencia de la década pasada, la privatización de las principales empresas productoras y de servicios produjo mucho más daño que su manejo por el Estado burgués. Lo mismo sucede hoy con los impuestos a las rentas extraordinarias del agro, que el gobierno aumenta y la rebelión del bloque agrario busca eliminar.
4. A partir de estos criterios, creemos indispensable que se geste un nuevo polo de intervención en la crisis, que abra las compuertas a la expresión de las mayorías populares. En la medida que el lockout sojero precipita la desaceleración económica que el gobierno pretendía evitar, es indispensable tomar medidas de emergencia para proteger las fuentes de trabajo y los ingresos populares frente a la inflación, la falta de combustibles y el desabastecimiento de alimentos e insumos industriales.
Proponemos la adopción de acciones contundentes contra quienes especulan o destruyen la comida que necesitan las familias. Se debe restablecer la vigencia plena y aplicar integralmente la Ley de Abastecimiento, que permite la fijación de precios internos, mínimos y máximos, autoriza la intervención estatal e incluso la expropiación de las empresas que violen sus disposiciones y penaliza severamente a sus violadores. Y ejecutarla en toda la cadena de producción, elaboración, distribución y comercialización.
La redistribución social del ingreso nacional no sólo se necesita y es posible ahora, si no que ya lo era antes. Los enormes superávit fiscal y comercial externo acumulados, que hasta ahora se asignaron a otros destinos, alcanzan perfectamente para un aumento general del salario mínimo, vital y móvil hasta 1.500 pesos; para incluir a los trabajadores precarizados (al par que se los hace ingresar efectivamente a la regularización laboral); para establecer definitivamente la movilidad de jubilaciones y pensiones; para quintuplicar, como mínimo, las asignaciones miserables a los desocupados; y para ajustar por lo menos trimestralmente todas las remuneraciones a la inflación real.
La apropiación privada de la tierra y su renta, ordinaria y extraordinaria, antes en manos de los terratenientes tradicionales y hoy en las del capitalismo transnacionalizado y meramente rentista o especulador, históricamente sofocó el desarrollo industrial, perpetuó y perpetúa la inserción primarizada del país en la división internacional del trabajo. La ausencia de medidas de nacionalización de esos recursos continuará bloqueando la creación masiva de empleo y la mejora del nivel de vida popular.
Es indispensable en lo inmediato eliminar el gravamen del IVA para todos los productos alimentarios, medicamentos y de primera necesidad, al tiempo que garantizar la calidad de estos. En materia de reforma tributaria, se impone también eliminar las exenciones impositivas de que gozan, por ejemplo, los pools de siembra, las empresas mineras y las operaciones financieras. Al mismo tiempo que perseguir consecuentemente la elusión y evasión del impuesto inmobiliario rural, aumentando las alícuotas de éste, muy inferiores a los de los inmuebles urbanos, conforme a la valorización de la tierra.
Como lo ha tenido que admitir el propio gobierno, las retenciones también sirven para desalentar el monocultivo sojero (una de las tantas formas que asume el productivismo y el consumismo depredadores y barbarizantes del capital) y disminuir el precio de los arrendamientos, que se pactan en base al del poroto. Pero de poco sirven al respecto si al mismo tiempo no se implementa un plan agrario que recomponga la producción de todos los cultivos desplazados, la ganadería y producción lechera; que paralice los desmontes y los desalojos; que favorezca la titularización y cooperativización de las tierras campesinas; que promueva la producción orgánica y familiar; que elimine el monopolio semillero de la industria biotecnológica, así como la producción de transgénicos y agrotóxicos; y que, en definitiva, defienda la soberanía alimentaria.
El campesinado y los pueblos originarios, junto a más de un millón de peones rurales completamente precarizados, sometidos, junto a sus hijos pequeños, a la superexplotación de los “productores” capitalistas y sin defensa alguna de un sindicato superburocratizado, conforman la verdadera “pata rural” de un potencialmente vasto movimiento social que debe intervenir políticamente en esta crisis para hacer pesar los intereses de la mayoría nacional. Se impone la inmediata derogación de la ley de la última dictadura que rige el trabajo rural, el blanqueo de la situación laboral de todos los peones y el establecimiento de un salario mínimo equivalente al de los trabajadores urbanos.
Nuestro país es productor potencial de alimentos para 400 millones de personas por año. Decimos potencial puesto que la soja transgénica, que ocupa hoy más de la mitad de la tierra cultivada, sólo sirve para alimentar, en un 95%, al ganado y los automóviles de las potencias capitalistas emergentes; mientras se desarrolla en el mundo una crisis alimentaria feroz y la Argentina mantiene en su interior más de dos millones de desnutridos.
Nuestro país no sólo tiene la capacidad de eliminar de inmediato la subalimentación interna, sino que puede convertirse en un actor importante en la erradicación del modelo capitalista que pone en peligro la supervivencia de 1.300 millones de seres humanos. Puede también incidir en la construcción de mecanismos de seguridad alimentaria regional y mundial que garanticen la estabilización de los precios, la regulación de la producción y los abastecimientos y una suspensión inmediata en la producción de agro-combustibles. Para estos objetivos, entendemos que debe promoverse la soberanía alimentaria como un derecho inalienable de los pueblos, que nos permita recuperar el control sobre la agricultura y los alimentos, y ponga fin a la escandalosa fijación de precios por los especuladores bursátiles.
Poner fin a la rebelión sojera para favorecer los intereses populares contribuirá también a gestar un programa solidario de proyección global.
5. Pero este camino exige discutir lo importante, socializar el debate por fuera de las instituciones y poner en el centro de la agenda nacional un programa popular de transformaciones. Para contrarrestar la demagogia derechista del bloque ruralista y la complicidad del oficialismo, que agravan una crisis desgarradora, hay que poner en pie otra voz y otra alternativa.
Toca a la responsabilidad de los militantes, agrupaciones y sindicatos que pretenden expresar las necesidades y los intereses de los trabajadores: ocupados, precarizados y desocupados, urbanos y rurales; a los movimientos campesinos y de pueblos originarios; a las organizaciones y movimientos sociales populares, sus conductores y dirigentes, el poner en marcha, unitaria y enérgicamente, las acciones propagandísticas y agitativas necesarias para derrotar a la reacción y reivindicar la satisfacción de las necesidades populares.
Al mismo tiempo, todos juntos debemos emprender la tarea de debatir con el pueblo qué es lo que se produce; cómo se produce; quiénes y en beneficio de quiénes se produce, distribuye, comercializa y consume; quiénes determinan los precios de las mercancías y a quienes beneficia y perjudica el funcionamiento de la economía capitalista. Del mismo modo, emprender la tarea colectiva de debatir y consensuar un programa que ayude a poner fin realmente a la zozobra de las crisis capitalistas, y al sistema mismo.
La única salida realista de la crisis es ir por más, sumando las voluntades de quienes queremos transformar de raíz nuestra sociedad. Ese es el propósito de nuestra segunda convocatoria a construir Otro camino para superar la crisis.
Estimado José: no me parece bueno solamente el hecho de cortar y pegar, solo eso.
ResponderEliminarY te aclaro algo, las exportadoras NO SON LOS PEQUEÑOS Y MEDIANOS PRODUCTORES.
Estimado Gordo: El texto que acabas de leer fue remitido por Jose Caminos a nuestra casilla de mail con la siguiente aclaracion: es un documento preparado en conjunto por distintas organizaciones sociales como el frente popular dario santillan, el bloque piquetero nacional o el edi(economistas de izquierda),que muestra claramente que es lo que debe hacer la clase trabajadora:denunciar el bloqueo patronal (que no es un paro, porque paro hacenlos trabajadores y no los patrones) por un lado, y oponer su propia salidaa la crisis, por el otro. Nuestro intereses son los mismos que los delos 1.3 millones de peones rurales que ganan menos de 700 pesos por mes. De ahi que diga "enviado por Jose Caminos" y no "escrito", que son dos cosas diferentes.
ResponderEliminarPosiblemente lo que vos llamas "cortar y pegar" salga de que fueron varias las agrupaciones que participaron en su redaccion. En todo caso, si te parece que es una situacion de plagio por favor mostranos las pruebas, porque no esta bien plagiar, pero tampoco es bueno denunciar sin fundamento.
Un saludo y gracias por leernos
Juaj! Manuelita, Manuelita ¡Cuánta desinformación! ¿Dónde estan los que laburan en el campo por 700 mangos? Mi hermano ofrece 1500 con casa y comida para el tambo y hace mas de un mes que no aparece nadie... O hay cero de desocupación o hay cero ganas de laburar!!! Mandame una docena o bien si te cabe el trabajo, anda a verlo vos...
ResponderEliminarPerdon, no se quien es el blogger manuelero en este caso...
¿Sera posible que no se distinga lo que es una cita de las afirmaciones propias de esta revista? Quien envio este texto aparece en el encabezado, ese es el "blogger" (Jose Caminos y entidades que representa)LMM solo ha publicado su nota que describe una parte de la problematica que parece estar afuera de las discusiones en las dos camaras.
ResponderEliminar¿Mandame una docena? ¿de empanadas acaso?
Por cierto ¿alguien leyo el texto?
Yo leí el texto; con muchas cosas estoy de acuerdo, y con otras no tanto. Me parece que hubo cosas que no se aclararon. Una de ellas es el por qué del crecimiento de las exportaciones, y creo que la aclaración de este punto es fundamental para saber quienes son los que se están quedando con esa renta extraordinaria. Se dijo que en los primeros cinco meses del año se exportó, por los productos agropecuarios en cuestión, 63 % más que el igual periodo del año pasado, pero nadie aclaró este punto. La verdad de esto es que de los cinco meses en los que mas se exportó el mayor registro de exportaciones se tuvo en los primeros 2 meses del año y durante los 30 días de “tregua” que la gente del campo dió al gobierno para solucionar el conflicto (recuerdo, para que no se me vuelva a acusar de lo mismo, que yo estoy en contra de las formas de la protesta del campo y a favor del reclamo de fondo). Es decir, mientras hubo paro las exportaciones no crecieron porque los productores siguieron llevando sus productos a los puertos; sino que lo que pasó fue que las seis grandes exportadoras, para no perder sus clientes en el exterior, compraron el 60 % de la producción de soja del Paraguay. Como no podían afrontar los compromisos que tenían desde el año pasado, porque al estar las rutas cortadas no llegaba la soja a los puertos, las exportadoras tuvieron la “brillante” idea de traer este producto por el río, directamente desde Paraguay. Esa fue otra de las causas por las que las exportaciones en ningún momento cayeron. Ahora bien, ese aumento de las exportaciones fue en la recaudación, y no en el volumen (que creció mucho menos), y esto tampoco se aclaró. No es que la producción de soja creció tanto, sino que lo que mas creció fue el precio. El valor de la soja se elevó sustancialmente durante el periodo de conflicto, por eso el gran incremento de las exportaciones; en dólares, y no en volumen. Con respecto a quién se beneficio con este negocio hay que decir que las exportadoras fueron quienes tuvieron ganancias extraordinarias por la suba internacional del precio de la soja y ganancias extraordinarias por el fraude que hicieron, timando a los productores y al Estado. Ellos vendieron muchísima soja demás el año pasado, pero nunca tuvieron esa cantidad de soja en existencia en sus depósitos, sino que era la soja que iban a tener durante la cosecha de este año. Cuando vendieron la soja, el año pasado, hubo una parte que se vendió con el 22 % de retenciones y otra parte al 27,5 %. Cuando en noviembre el gobierno subió las retenciones al 35 % y en marzo las volvió a subir hasta el 44 % (aproximadamente por el precio de ese momento) los valores con que habían vendido la oleaginosa no se ajustaron, es decir, ellos ya habían vendido al exterior con los porcentajes de 22 y 27,5 pero cuando el productor fue al puerto a vender su producción le descontaron el 35 % hasta marzo y hasta el 44 % después del 11 de marzo. ¿Qué es lo que pasó? Las exportadoras se quedaron para ellas la ganancia que se encuentra entre el 22 % y el 44 %. Privándolo al productor de esa ganancia que le correspondía o al Estado quien era el que debía recaudar con el incremento de las retenciones a los derechos de exportación. Esa plata le correspondía al Estado o a los productores, pero jamás a las exportadoras. Se estima que la ganancia extra que tuvieron fue de 1200 millones de dólares. Esta es la denuncia, más o menos explicada por mí, del Diputado Claudio Lozano; que es, por supuesto, gravísima. Otra cosa que pasó con el incremento de las retenciones, según tengo entendido, fue que en el presupuesto que aprobó el Congreso el año pasado para este año se tuvo en cuenta la recaudación por retenciones con el porcentaje de 27,5. Después de 100 días de conflicto nos enteramos, o nos dijeron, que con la diferencia que hay entre el 35 % y el porcentaje que fija la resolución 125 se harían hospitales, caminos, etc.; pero todavía no sabemos que van a hacer con la diferencia entre el 27,5 que planeo el presupuesto y el 35 % que se puso después. Sin tener en cuenta que cuando suben los precios internacionales también sube la recaudación, o sea que hay mas plata de la que se planeó. ¿Sabemos que se hace con esa plata? Espero algún día escuchar una respuesta más o menos racional.
ResponderEliminarComo el comentario se me hizo bastante largo solo voy a decir, como dijeron varias personas aquí mismo, que hay muchos empleados de campo que ganan muy bien. Ya lo dije en algún comentario anterior; sueldos bajos hay en todos los sectores, y el campo no es la excepción. Pero yo conozco, y además se que hay muchos mas, empleados de campo que tienen muy buenos sueldos; además de casa, comida y transporte. Así que me parece que esta mal hacer una generalidad en este punto.
Lo dije al principio, hay muchas cosas con las que estoy de acuerdo en el texto que envió José Caminos y otras tantas que no. Pero para no aburrir ni aburrirme, voy a despedirme acá nomás. Espero que se haya entendido lo de las diferencias de porcentajes y los negocios que hicieron las exportadoras. Si alguien participa dejando un comentario debajo del mío agradecería que me diga si se entendió, muchas gracias. Saludos!
Ok Manuela, lo escribí porque creo haber leido algún fragmento por ahí....
ResponderEliminarEn todo caso hay un error de publicacion (u omisión de presentación) ya que cualquiera que habra la nota, puede interpretar que eso era escrito y pensado por josé Caminos.
No importa, gracias a Dios comparto poco y nada con el texto.
Yo también lo he leído y más allá de cierta retórica que prefiero no citar, me quedo con algunos fragmentos:
ResponderEliminar"No se puede ignorar que es el propio modelo sojero, que desde la década pasada contó con el impulso de todos los gobiernos, el que ha metido a todo el pueblo argentino en esta encerrona. No se puede ignorar que la administración kirchnerista lo multiplicó, aprovechando el crecimiento de los precios internacionales para empujar el aumento del PBI a “tasas chinas” y, de paso, hacer “caja” para pagar los vencimientos de la deuda, prevenirse contra la crisis financiera mundial" No, eso claramente no se puede ignorar, como tampoco este párrafo: "Mientras tanto, se evidencia el doble discurso oficial y mediático frente a los cortes de ruta. Mientras la TV se llenaba de transmisiones que difundían cada estornudo de los ruralistas y de los propietarios de camiones y se escandalizaba porque los gendarmes mostraban el abdomen de Alfredo De Angeli, una verdadera masa de empobrecidos era brutalmente apaleada por el gobernador oficialista de Jujuy, sin despertar casi ningún comentario de los medios ni la menor condena del gobierno central o de los rebeldes agrarios." Eso fue así, la operación mediática de la Prensa NazionaL en este asunto fue solo comparable al "seguimos ganando" de Malvinas, algo vergonzosamente parcial e indefendiblemnte sectario.
Por último: "Tampoco se trata de una pugna entre “pequeños” (o “pequeños y medianos”) agricultores y gobierno “K”. Tales agricultores hoy están atados, en su mayor parte, a la renta que les proporciona el modelo sojero, ya sea por la producción de sus propios campos o por los arrendamientos que cobran en virtud de él." No puedo menos que estar de acuerdo. Productores y Gobierno son presa del monocultivo. Supimos ser una República Bananera, ahora somos un País Forrajero: que ambas expresiones remitan a lo fálico no es ninguna casualidad.
Jp muy claro lo tuyo, ahora agrego unos datos: 1) no solo influye las retenciones en el precio, tambien influyen los FAMOSOS REGISTROS PARA EXPORTAR (ROE), estos funcionan de la siguiente manera, el gobierno NO LOS OTORGA hasta que se garantice el abastecimiento al pais (esta bien), pero durante la cosecha de trigo (se producen 15 millones de toneladas) no otorgó los ROE y los productores necesitaban vender porque estaban en diciembre y no tenian fondos. Los exportadores compraron el 80% (cifras oficiales) del trigo a $ 450, cuando el gobierno analizo que sobraban 9 mill de ton emitio los ROE, y los exportadores, que ya tenian el trigo en su poder, lo vendieron a U$S 270 ($ 810) o sea al productor lo estafaron (gobierno y exportadoras). Con la carne de vacas pasa lo mismo, no otorgan los ROE en esta época que es cuando se sacan las vacas viejas o vacias, las compran a 1 mango los frigorificos exportadores de manufacturas o embutidos y luego les otrgan los ROE, quien se queda con una montaña de plata? los frigorificos exportadores (y algunos pillos funcionarios).-
ResponderEliminarBueno, veo que me han retado por lo que escribí ayer pero solo fue un comentario simplemente para separar la paja del trigo (ya que estamos en tema). Me duelen las injusticias y no puedo dejar que se mate así un valiente, en este caso léase como valiente aquel que la pelea día a día y al cual muchos opinólogos manueleros ponen en la misma vereda que los grandes oli garcas, pooles, terratenientes, multinacionales, etc. Porque para la mayoría de ellos, tener más de 5 hectáreas es ser golpistas y pertenecer al mundo de la SRA.
ResponderEliminarDicho esto creo que no quedó claro ni se entendió el fondo de mi mensaje... Señores desocupados y desocupadas con ganas de trabajar y ganarse un mango: vayan al campo que ahí hay mucho trabajo... ¿O sino por que creen que yo estoy acá, en la ciudad?