24/3/10

Marzo

Francisco
Francisco está por ahí, dando vueltas, hinchando las pelotas con la guitarra que le regalamos para Navidad, pateando una pelota adentro de la casa, con el peligro de que un rebote salga para el lado equivocado y rompa un adorno o un vidrio. A veces no se lo escucha, está arriba, en una especie de altillo transformado en tugurio mugriento al que llamé “estudio” y terminó siendo depósito y el lugar de la compu. Está jugando a los jueguitos, navegando por la red o consultando su correo electrónico al que nunca le llega nada importante ya que sus obligaciones no van más allá de cursar el segundo grado de la escuela primaria.

Francisco es un poco más grande que lo que yo era en marzo del 76, un año y algo más. Pero no creo haber sido yo muy distinto a él… inquieto, hinchapelotas, ingenuo. Él pregunta, quiere saber, claro en casa hablamos, opinamos y sobre todo puteamos. Él sabe, por que le hemos dicho, pero no sé si entiende; creo que no mucho. Yo tampoco creo haber entendido lo que pasaba en ese momento y mucho menos lo que iba a pasar casi un año después, aquel día de Reyes cuando se llevaron al abuelo de Francisco.

Francisco tiene un viejo de casi 40 años, el que esto escribe. Francisco cree que soy Dios… pobre hijo. Yo seguro pensaba de la misma forma en mi papá. Pero me pusieron los pies sobre la tierra, de prepo y al mismo tiempo en que mi Dios caía asesinado sobre esa misma tierra.

Francisco pregunta, algo entiende, de a poco un poco más; pero claro, en casa se habla y mucho, se explica y se cuenta a todo el que quiera o no escuchar.

Fran sigue por ahí, cada tanto me llama “¡Paapáaa!” como me hubiera gustado poder llamarte, viejo; pero así las cosas. No callar es la forma que encuentro de estar llamándote siempre.

Francisco está aprendiendo la historia reciente de su familia y la de su país en un momento que yo nunca creí vivir. Porque ya no sólo son nuestras palabras las que mantienen la memoria, está, además, la voluntad política del Estado de poner claro sobre oscuro y juzgar a los responsables del genocidio más grande de nuestra argentina del siglo XX.

Más voces como la mía, más franciscos que sepan, más gente que entienda y comprenda, para que NUNCA MÁS tengamos que vivir –hijas e hijos, madres y padres, esposas y esposos– la ausencia, para que NUNCA MÁS vacíen de conciencia al pueblo y así logren vaciar nuestra Nación.

Baigorrita.
Federico Tabares, marzo de 2010
Hijo de César R. Tabares, desaparecido el 6 de enero de 1977

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