11/8/09

Entrevista Ramón Lopez: Los Recuerdos de “Pepe”

“Pepe” López es un referente indiscutible al hablar de la historia de La Delfina. Con 85 años y una memoria admirable, es un protagonista que sigue haciendo patria desde “la curva”, en un lugar donde todos parecen haberse ido...

TESTIGOS. Pepe y Anita vivieron su vida en La Delfina

Ramón “Pepe” López nació un 10 de diciembre de 1922 en Capital Federal “pero a los 7 días ya estaba acá” aclara, no sea cosa que lo tratemos de porteño justamente a él que es bien de La Delfina, y enseguida aclara “Cumpli los 85 años en esta esquina”. Está resfriado desde hace unos dias pero igual nos atiende con cortesía, nos hace pasar.
Pepe posee una memoria admirable. Sus recuerdos (muchos de los que aquí publicamos) recorren décadas, vivencias, nombres de personas y hasta precios! “Me paso la vida leyendo. Me gusta estar en la cama, leyendo, en donde estoy bien concentrado. Ahora te voy a decir una cosa, no podes contar lo que lees porque sos loco o sos mentiroso…” Además de poseer muchos libros y revistas, Pepe nos cuenta y muestra orgulloso su “colección privada de Revistas Selecciones ”Tengo la colección de selecciones desde el año 1941, he prestado algunas que no me han devuelto, hasta tuve Selecciones chinas y Selecciones rusas”, nos dice. Y da cuenta de sus conocimientos:
“¿Vos sabes cual fue el arma mas poderosa antes de la bomba atómica?. Un cañón fabricado por los alemanes, con el que bombardearon Paris desde 112 km, el 23 de marzo de 1918. Mato 256 personas y dejo 620 heridos. Tuvieron que intervenir astrónomos para poder llegar con buena puntería, porque la rotación de la tierra les corría la bala al este” , nos dice. Pero nosotros queremos hablar de La Delfina, y él lo sabe.

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“Mi padre se llamaba José López, y llegó a La Delfina en Febrero de 1908 de España. El se vino cuando los españoles ocuparon Marruecos y él disparó porque se lo llevaban para guerra. Otro que se vino en esas mismas condiciones fue el padre de Tomasito Sastre. En aquel tiempo estaba el trabajo golondrina, alguien en Europa hacia la cosecha del cereal X y luego venía para acá y cosechaban acá y se iban a allá y así. Se hacía desde mucho tiempo atrás. El padre de él (mi abuelo) ya había estado en la Argentina y por eso luego vino él. El pasaje (de una empresa alemana que era la que hacia este trabajo) costaba 14$ oro el viaje a Europa. (…) Pero cuando llegó le dijeron “no pibe, ahí vos sos “carne de cañón”. Había que ser corajudo, matón, de todo. Y le dijeron, ¿Querés hacer alguna otra cosa de las que hay acá, el almacén…? Y se dedico a la herrería”.
Pepe nos aclara que mucho de lo que sabe se lo contó sus padre, más su propia experiencia, claro. Pero lo bueno es que Pepe recuerda cada detalle contado por su padre sobre los orígenes del Siglo XX.
“Cuando él llego el ramal de ferrocarril de Chancay, Quirno y Baigorrita no existían. La central era esta. En aquel tiempo la Delfina tenía sastre, herrería, peluquería, almacén, hotel... El Hotel contenía 17 habitaciones; 7 de primera y 7 de segunda, con comedor de 1ra y de 2da. ¿qué tal?” Todo se desarrollaba donde hoy no queda nada, solo un monte, justo frente a su casa, en la parte derecha del camino si uno va para Lincoln.
“En esta calle (señala la de su casa) se hacían las carreras. El dueño del almacén, que era en realidad una compañía, era un inglés de apellido (Oves). Hacía las carreras los 30 de agosto y duraban una semana. Venían caballos de todas partes. Había un tipo, bah, varios, que tenían y armaban su carpa para las prostitutas. Vos comprabas por $2 la entrada y de ahí tenia ganancia también el negocio. Otro era la cebadora de mate. Un mate y un pastel, $0,10, y luego si seguías tomando mate, cada mate $ 0,10 cada uno. Esto hasta 1912/13. Con el asunto de la guerra de Europa cambió todo”.
Las épocas eran bravas en La Delfina de principio de siglo, como lo eran en toda la pampa. Las pulperías eran escenarios de encuentros entre quienes no habían aprendido “buenos modales”.
“Eran tan bravos que el mozo llevaba el pedido a la mesa, pero cuando se retiraba no daba la vuelta, volvía caminando marcha atrás… Porque era peligroso. Y todos andaban custodiados. En el mostrador había una tabla de punta a punta y cada dos metros había un mango de hacha con agarradera. (…) Con el juego de taba estaban los que jugaban “de ojito” (sin plata), y si ganaban bien, pero ¿si perdían? (Hace la seña de que le cortaban el cogote) y lo agarraban del brazo o la pierna y lo tiraban a un costado y seguía jugando…”
“Y al puente que va a Los Toldos había que cruzarlo de día, y si fuese posible entre 2 y 3. Sino te asaltaban. Y de noche, no pasaba nadie. Era muy común las peleas, con cuchillos, de marca “Perrito”. Y en el galpón grande, arriba de una de las puertas se ven unos balazos que vivió mi padre cuando lo atacaron una vez, ahí están…”

LOS LOPEZ ALFARO
Nosotros decimos que las casualidades no existen, y cuando uno se encuentra con ciertos relatos no puede dejar de sorprenderse, como éste: “En España, en la parte de la Coruña, donde nació y se crio mi padre, Tenían una planta de higo muy grandes y lindos. Una vez Don Arturo López Alfaro los vio y se puso a conversar con mi abuelo. Y se pusieron a conversar, entonces Arturo le pidió si no le daba unas semillas para “sembrar en la Argentina”. Entonces mi abuelo se sorprendió y le dijo, “yo tengo un hijo en Argentina”. Y ¿por dónde?, dijo Arturo, “En un lugar que se llama “La Delfina”… “Pero... Si yo soy el dueño del campo La Delfina!!!” Se pusieron a conversar y vino y le contó a mi papa. Entonces le prometió que cuando vaya a buscar la planta lo iba a llevar, y le había dicho que una vez que yo terminaba la escuela me iba a llevara estudiar a Buenos Aires. Pero murió”.
Nosotros quisimos saber más sobre la familia López Alfaro, si existía algún mito o leyenda al respecto en la gente delfinense. Y pepe se limitó a una historia: “La señora de Don Arturo era la hija de la Lavandera. Siempre hubo tiranía a causa de que era la hija de la lavandera, como si no fuera un ser humano como cualquier otro. Por eso, Doña Juanita, para que no le quedara a los sobrinos de don Arturo, le dejo todo a los sobrinos de ella”.
Y enseguidita nos contó otra: “Tenían un primo que era López Milla, que era el dueño de la estancia en Bayauca. Para toda la flia de López Alfaro él era soltero, y siempre tuvo la misma mucama cocinera. Siempre la misma, toda la vida. El viajaba en primera y ella en segunda… Cuando murió, se reunió la Flia. López Alfaro para dividirse el campo, porque él era único dueño, y sin mujer ni hijos… creían. Se presentó ella, con el testamento y la libreta de casada. Se cayeron de espaldas! Toda la vida hizo el papel de una sirviente”.

LA QUERIDA ESCUELA
“La escuela antes existía en el bajo donde yo tengo el campo. La que está hoy se hizo en el año 1925 junto con San Antonio y Maryland. Cuando yo concurrí estaba el director y 6 maestras, Clementina Barco fue maestra mia (detiene el relato), y en una oportunidad le conteste mal, y en un cuaderno tenia que escribir 300 veces, no debo contestar a su maestro. Yo lo hice rápido para salir afuera, y no vuelta a hacerlo bien. En aquellos tiempos los maestros te daban un coscorrón también… Y te daban un papelito para llevar a la casa para que firme tu padre o madre. Y como se lo entregabas?”
“Otra anécdota. Yo y Carlitos, el más chico de la familia de Ramírez, éramos desprolijos al máximo. Nuestro cuaderno parecía rascado por los chingolos, un lío. Y había una chica, Isolina Sosa se llamaba, que era un lujo el cuaderno el de ella, bueno, un día nos dejaron sin recreo y le agarramos el cuaderno y le dimos con tinta (largo silencio…). Si habrá llorado la chica esa… Y cuando vino la maestra, Doña Elena, Nos agarró a cada uno de la oreja. (…) Yo tuve oportunidad de volver a ver a la maestra, pero no la pude saludar, no me atreví, porque me dio mucha vergüenza, ya de grande. Que cosa, me dolió tanto, y me duele hoy, me quedó para toda la vida esa fechoría, mirá sino…”
“Si andabas mal durante el año en la escuela, el director decía, mándamelo que en el verano lo acomodo. Y el director salía a la calle, en esos tiempos de sulky y caballo. Y cuidadito de hacer lio, pa’ adentro otra vez. Nos había enseñado que cuando pasábamos por enfrente de la escuela había que sacarse la gorra.”

EL CAMPO CAMBIO TANTO…
“Yo siempre trabaje en el campo. La vida hoy es tan distinta… Estaba la maquina espigadora, que ataba el trigo y tiraba el atado, venía la gente y juntaba los atados y los apilaba. Después venía una rastra y tiraba para la parva, y después en la parva venía la trilladora.., Lo que hace hoy dos personas en aquel tiempo necesitabas 25 personas. El maíz, el cardo… te ocupaba la gente a cortar cardo, pero no 10, 20, en algunos campos grandes eran 100 o mas. El sueldo era 0,30 ctvs y la comida, por día. El maíz se juntaba a mano, en una la maleta que era una bolsa larga con un arrastre de cuero, y la llevabas entre las piernas, y llevabas una aguja y con ella ibas rompiendo el maíz y metías la mazorca adentro”.
Después las costumbres… “Vos ibas a la carnicería y no pedias un kilo. Sino 6, 8 kilos. Y te daban un poco de puchero, tira de asado, carnaza,… y no había heladera, estaba la fiambrera y la carne no se ponía fea, se ponía negra de afuera, con una telita. Y el vino, ¿sabés como se enfriaba? Se bombeaba en un balde agua bien fresquita y se metía la botella destapada y no se le iba el vino…”
“Antes todo el mundo era amigo, de confianza, en verano con el calor se dormía con puertas y ventanas abiertas, las herramientas quedaban afuera, y nunca faltaba nada. Para vivir, yo me quedo con aquello”, dice pepe y ¿cómo no entenderlo?
Seguimos charlando, aprendiendo, admirando su memoria y sus recuerdos… El resfrío de Pepe parece haberse tomado una licencia. Desapareció. Y de pronto la charla vuelve al origen porque “Pepe” es el mismo de siempre, y en la conversación aparece nuevamente su revista: “¿Sabes a que raza de animal pertenece la gallina?” (todos hacemos silencio)
“Reptil”.

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