10/1/09

El Hotel de Baigorrita: Entrevista a Anahí Molinari

por Antonio Andrés Adamini
Lamanuelamolina visitó el conocido “Hotel Molinari” que era una incógnita para la mayoría de los toldenses que lo creían agotado. Pero el valor y esfuerzo de la familia a través de generaciones lo han recuperado para un futuro promisorio. Un encuentro maravilloso digno de recorrer. Aquí la crónica, para ustedes.


Seguí leyendo... La imagen del “Hotel Molinari” sobre aquella esquina de la vecina localidad de Baigorrita es una intriga para los ocasionales viajeros que cruzan el núcleo poblacional ubicado sobre Ruta provincial 65, entre Junín y Los Toldos. Para nosotros al menos siempre lo fue. ¿Funcionará? ¿Seguirá siendo Hotel?, ¿o será un bar que apenas sobrevive a los “parroquianos” de siempre, que son cada vez menos? Lamentablemente nos hemos acostumbrados a escuchar como las grandes empresas familiares de antaño fueron siendo absorbidas por las sucesivas crisis económicas de los malos gobiernos, y los devenires de una economía más excluyente que incluyente. Aquellos comercios que inundaban nuestras calles ya no están. Han desaparecido. Aquellos emprendimientos productivos que incluían a decenas de trabajadores, las tiendas, las fábricas, los campos… Todo ha sido entregado a los beneficios del progreso y el desarrollo del futuro tecnológico. Además, hay que decirlo, aquellos emprendimientos eran producto del esfuerzo de inmigrantes que llegaron a hacer su “América” y eran parte del engranaje de proyecto de un país que comenzaba a definirse. Pero si bien muchos de los hijos de aquellos continuaron con las firmas que incorporaban el “Don Fulano de tal E HIJOS”, muchos dejaron a sus padres o abuelos el emprendimiento y se fueron en busca de mejor suerte. Sucesos familiares, movimientos políticos de incidencia socioeconómica, y suertes personales fueron factores que alteraron aquellas fachadas. Y por eso mismo, cuando vemos movimiento sobre la fachada del Hotel de los Molinari en Baigorrita, nos llama tanto la atención.

Su fachada, intacta desde su origen, expone aquellas viejas edificaciones de ventanales altos y puertas varias, con una ornamentación típica sobre las paredes de color piedra. Su belleza posee además un toque distintivo: No fue “retocado”, cortado, mutilado, remendado. Hay algunos detalles propios de la modernidad, o posmodernidad como le llaman; cableados, luces eléctricas, un ventilador exterior y el asfalto limitando su vereda. Pero su frente es tal cual lo vivieron los miles que pasaron por esas veredas, esas mesas, esos platos típicos, y esas habitaciones. Miles que pasaron y hay que decir que aún siguen pasando, porque gracias a los testarudos del destino, el Hotel de la familia Molinari continúa funcionando en excelente estado para bien de toda la comunidad.

Aquellas preguntas iniciales nos llevaron al lugar, aunque no fue fácil. La flamante cámara profesional de nuestro fotógrafo fue cargada y descargada en varias oportunidades. La partida a Baigorrita se suspendía una y otra vez. “Hoy no estoy”, “Hoy no puedo”, “los fines de semana es imposible…”, quedábamos anonadados. ¿será que tanto va a trabajar el Hotel de Baigorrita?. Nuestra mente comenzaba a conjurar cierto prejuicio acatado por esas preguntas iniciales. ¿Tanto trabajará? Los tiempos nos apremiaban y decidimos partir sin más. Vayamos y vemos, de última, si no nos atienden, nos tomamos un Fernet con Coca Cola en el Bar del Hotel y chau. Vale la pena. Lo conoceríamos al menos. Y así allí fuimos.

Bajo la tardecita de los últimos frescos del año, cinco muchachos compartían los “últimos comentarios” de la localidad sobre la puerta de entrada. Buenas tardes, “buenas tardes”. La cara del joven que atendía tras la barra, que iba y venía en movimiento constante, atendiendo a dos señoras en el rincón de almacén que el lugar posee,al otro lado del bar pero sobre el mismo gran espacio, delataba una certeza: “Estos son los periodistas de Los Toldos” o mejor “Estos son los periodistas de Viamonte”.

¿Está tu mamá? “Mamá está con angina…” La imagen del Fernet se hacia cada vez más evidente. “Ustedes tienen que hablar con mi hermano Martín, el sabe el origen de cada madera… pero se fue, estaba afuera”. Fuimos de diligencia por una hora y volvimos, a todo o … Fernet.

Volvimos. El muchacho, que seguía llendo y viniendo detrás del mostrador entre el bar y el almacén, nos miro con cierta compasión esta vez. Fue hasta adentro, pasó un minuto algo largo, y volvió, dejando la puerta que daba hacia atrás abierta… Pasen.

Un mundo se abría al otro lado. El mundo que habíamos ido a buscar.

Los espacios se sucedían enormes al otro lado del Bar/Restaurant/Almacén. Un gran living, mesas, sillones, puertas, estufas de leña, espejos y a la izquierda la cocina. Allí estaba Anahí Molinari, la dueña. Una mujer simpática, que pese a la angina que traía nos recibió muy amablemente.

Anahí es hija de Don Alberto Ricardo Molinari y Fransisca Muñoz Molinari, quienes llegaron en la década del 40’ (aproximadamente en el año 1946) desde su Bayauca natal, cuna de todos los Molinari. Anahí, junto a su hermana Ana María trabajaron ayudando a sus padres en el emprendimiento familiar. El tercer hijo del matrimonio es Alberto que hizo su vida en otros rubros profesionales.

“Mí papá llegó hace 60 años. Fue el cuarto dueño del Hotel. Él se lo compró a Marcos Traverso. Venia de Bayauca, donde ya tenía un comedor, y vino a probar suerte en Baigorrita. En Bayauca no había nada y se vino para acá. Mama siempre contaba la miseria que era cuando comenzaron, en el origen, con una cocinita chiquita y lo que tenían…. Después de a poco se fue haciendo y compró la esquina, y también compró la quinta, al ingreso de Baigorrita, donde él tenía los caballos con la pista de carrera. El tenía adoración por los caballos”.

Dicen que Don Molinari era un tipo cordial y recto, amable. Como relata su hija, él junto a su esposa Fransisca llevaron adelante esta empresa hotelera que prestaba los servicios de alquiler de habitaciones y de comedor. La Pampa se iba interconectando a través del Ferrocarril y se generaban empleos en el mundo agropecuario. De hecho, como recuerda Anahí, “la gente que venía era gente de campo, o de trabajo. Estaba el ferrocarril enfrente y funcionaba todo en ese momento, no como ahora que no funciona nada. Estaba “El Verdún”, los tambos, hoy queda poco… La gente que trabajaba en la Cooperativa, en “empreco”, en el 63’ los que vinieron a hacer los silos de acá enfrente, que comían y dormían acá”. El Hotel era el sitio donde pasar la noche, y donde almorzar y cenar. El movimiento era mucho mayor.

El Hotel posee 9 habitaciones, de las cuales 2 siempre fueron usadas por la familia. Mientras se alquilaban las demás siete. “Las habitaciones también estaban siempre llenas, porque la gente paraba acá. Antes que mí papá había un Hotel del otro lado de la vía. Pero después fuimos el único Hotel de Baigorrita”. Pero como señalamos, también se brindaba el servicio de “comedor”, como ellos le llaman.

Anahí recuerda “Tuvieron 30 años el comedor de este Hotel. Trabajábamos todo en familia. Mí hermana (que fue la que más trabajó), una tía que vivía con nosotros y mi mamá. Y una empleada que lavaba los platos. Yo atendía las mesas, con mi papá. Todo esto estaba lleno, se trabajaba muy bien. Vos no sabes lo que era, nosotros éramos jóvenes y queríamos salir con mi hermana y no podíamos… venía gente y gente y gente… a la una de la mañana…” recuerda Anahí aquellas épocas de oro. En tanto nosotros, nos imaginamos ese espacio repleto de gente, las mesas, las sillas, el piso de madera… ¿Y qué elaboraban para deleitar a la clientela?
“Elaboraban todo de forma casera: Fiambres de todo tipo, mayonesa, vittel tone, Peceto al escabeche, lengua a la vinagreta, todo casero, y a su vez, mi papá facturaba. Jamón, bondiola, salame, salamines, todo era casero… y después las pastas, que siempre hacía mi mamá. También había un parrillero, y los postres quedaban a cargo de mí hermana Ana María”. (…) Hasta que mí mamá se agotó, y no dio más. Y en el año 1974 dejaron el comedor. Probó un año con gente de afuera y no le gustó, y entonces lo cerró. Al cerrarse el comedor, nos quedó tanta mercadería, que pusimos la despensa”.

Quince años después, la avanzada edad de doña Fransisca y otros avatares hacen que la familia se desentienda del Hotel, alquilándolo. “En principios de los 90’ mi mamá lo alquila a gente de acá, y …hicieron un desastre, lo dejaron caer”. Ese era el fin del Hotel de la familia Molinari. Como pasó en tantos otro casos. Luego del derrumbe es muy dificl volver a empezar. Comenzar de cero otra vez. Pero los testarudos del destino no saben de obstáculos, y como en arte de magia, la voluntad hace su aparición y allí todo puede suceder.
“Volvimos a abrir. Y lo que nos costó. Se llovía todo, los muebles… era deprimente. Volvimos a abrir en el año 1998. Mi hijo vino a verlo, y me decía “esta todo destruido mamá, pero yo lo voy a arreglar”. El 1 de abril nos entregaron la llave, y nosotros en agosto abrimos. Yo estaba como perdida, de tantas cosas que había para hacer”.

El hijo es Martín Alberto Magallanes, de treinta y pico de años, que con su esfuerzo y claro objetivo, trabajó mucho tiempo en la puesta en valor del lugar.
“El me decía Esto es una lástima mama, si no lo arreglamos se viene todo abajo. Yo lo voy a arreglar. Pero mirá que sale un montó de plata… Bueno, vos dejame, que yo de a poco lo voy a hacer. Y empezó, lijó, pintó, refaccionó todo, puso maderas donde la pared se comienza a apolillar”. ¿Y el motivo que lo empujó a hacerlo? “Que era de su abuelo. El tiene muy lindos recuerdos de su abuelo. “Esto era del abuelo y yo no lo voy a dejar caer.” Dijo. Y bueno, trabaja para eso. Y el quiere arreglar todas las habitaciones. Si esto lo pones bien, funciona. Porque es un sitio tradicional. Vos vieras la gente que viene y se va porque no hay lugar. Vienen en busca de la tranquilidad de Baigorrita”.

Sin dudas el funcionamiento de un sitio así es positivo para la localidad y también para el partido de General Viamonte, sobre todo en estos tiempos de tantas promociones turísticas y profundización del sector. “La gente de Turismo de Viamonte ha venido, pero no a ayudarme, sino para que vuelva a poner en funcionamiento las habitaciones. Como a apoyarnos para continuar, pero no con alguna ayuda económica para hacerlo. Y se necesita dinero para esto. Los detalles. Los baños. Hasta ahora arreglamos 3 habitaciones, porque es mucho trabajo y necesitas mucho dinero. Además, necesitamos baños privados, no es como era antes con baño compartido, ahora no podes, la gente sino no se queda, es la realidad, no nos gusta ocupar los baños que usan otros. Es lo primero que se pregunta: ¿Tiene baño privado?”

¿Y quiénes son los huéspedes actuales? “Los huéspedes son en su mayoría viajantes. Personas que vienen de cuando vivía mi padre, y todavía vienen… ¿vos podes creerlo? Por ejemplo, venía el dueño con el empleado de una casa de electricidad. Y ahora viene el empleado que se independizó. Cuando lo estábamos arreglando, que la gente que lo alquilaba ya se había ido, él vino y quería quedarse igual, y estaba todo cerrado, y él siempre dormía en una piecita atrás, y me acuerdo que llegó y me decía “pero dame la llave y poneme una camita ahí que yo me acuesto igual”. Y así le armábamos todo y así dormía. Mira vos…” se extraña Anahí.

“Recuerdos, personajes tengo tantos… Hace poquito falleció Hugo Garín, que le decían “el pampa”, él era un personaje extraordinario. Un ejemplo, era divino, un tipo que tomaba, pero era tan educado, y contaba anécdotas, y se reía, él lo único que hacía era reírse. Yo tengo tan lindos recuerdos de la gente, la gente tan buena, tan sana. (…) Espectáculos no hacíamos, mi papa no era de ese tipo. Mas vale silencio. Lo mismo que las cartas… acá no se jugaba. Yo ahora le doy a los jubilados para que se entretengan, y juegan a las cartas. Y lo hice porque cuando la gente que alquilo sí lo hacían, y entonces yo seguí, porque ellos se acostumbraron al lugar. Si total, no molestan para nada…”

Anahí continuó la charla y la gripe pasó por un momento; Martín, que era el “hermano que sabe de los orígenes hasta de las maderas” volvió y compartimos anécdotas y vínculos con Los Toldos; en tanto Javier, el chico que cuando llegamos iba detrás de la barra entre el bar y el almacén, continuaba haciéndolo y en un momento, luego de tanto renegar, se arrima para la foto. Les regalamos unas manuelasmolinas que en seguidita pasan de mano en mano, y Anahí nos mira y nos pregunta: “¿Qué les gustaría tomar?”. Fernet con Coca le dijimos. Imagínense.

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